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Neveras para barbacoas.

 

Publicado en la revista PlanetAVino Nº 26, agosto/septiembre 2009

En mi niñez, a mediados del siglo pasado (acojona decirlo ¿verdad?), en las casas había una suerte de armarito en la zona más fresca de la cocina, con un ventanuco que daba al patio y que estaba protegido de una telilla metálica para impedir que las cucarachas y otros comensales no invitados, se merendasen los alimentos allí guardados. Aquello se llamaba fresquera, porque, obviamente, en España no había frigoríficos.

Lo que sí había en todos los barrios, eran fábricas de hielo, unos lugares trágicos, con hachas, sierras y ganchos, donde se picaban unas gigantesca barras de hielo que se llevaban a casa para poner en unas neveras de madera, recubiertas de corcho y zinc, donde se enfriaban las cervezas y otras botellas para el servicio (yo la mantuve en uso en la barra de mi restaurante hasta que lo vendí en 1989 y enfriaba las cervezas como ninguna otra).

Hoy ya tenemos hasta unas neveritas portátiles que se enchufan a la batería del coche y que funcionan tanto de nevera, como de horno. Creo que para el año que viene, van a salir unas con Play Station y MP5 en la tapa, para que los nenes no se aburran cuando van al campo.

Como estamos en verano y el tirano quiere que hablemos de barbacoas campestres, pues me ha ordenado que les ponga al corriente de la oferta comercial que hay a estas alturas del siglo XXI, de estos adminículos tan prácticos, que nos permiten disfrutar de un buen Bollinger R.D., bien fresquito, a la orilla del río Dobra, en el lujurioso entorno del valle de Angón, como pueden ver en la foto.

A la hora de elegir el modelo, lo primero que tenemos que hacer es definir el objetivo a que esta neverita va ser destinada.

Por ejemplo hay unas neveras rígidas, llamadas baúles, que tienen varios compartimentos estancos y hasta herméticos, que nos sirven para guardar fresquitos los peces hayamos sacado durante nuestra cacea, a la vez que nos mantiene en perfecto estado, el caviar, salmón ahumado, champagne y otras fruslerías que hacen que nuestras zaleas sean más entrañables.

Este formidable invento tiene el inconveniente de que hay que disponer un barco de ciertas dimensiones, porque si lo llevamos al campo, como no podríamos moverlo del coche, pues hacer un picnic al borde la carretera, aunque muy frecuente, no deja de ser una horterada.  

Por el contrario hay unas bolsitas isotérmicas semirígidas, cuyo peso en vacío no llega al medio kilo, aunque llenas de botes de cerveza y de tónica, así como de botellas de albariño y ginebra, con su correspondiente hielo, ya la cosa cambia y hasta se pueden romper las asas. Estas son para ir a la playa y llevar algunos refrigerios ligeros, aunque la verdad es que yo prefiero ir a la playa equipado tan solo con mi traje de baño, el bronceador, toalla, sombrero, etc., y, una vez comprobada la humedad y temperatura del Cantábrico, darme la vuelta y sentarme en una cómoda terraza donde ya el hostelero dispone de los necesarios elementos fijos para poder servirme una delicioso caña con sus correspondientes boquerones en vinagre, nécoras, pinchitos de tortilla, etc.

Por el contrario, en Asturias disponemos de unas maravillosas áreas recreativas donde hasta podemos encender un fuego para preparar alguna de las barbacoas de que hablamos en este y el pasado número, y ahí sí que es imprescindible contar con una buena nevera.

El volumen debe primar, porque si nos pasamos, habrá que llevar un grupo de sherpas para que las acarree, y en veranos estos tibetanos están muy solicitados en sus tierras para las excursiones al Everest y otros lugares de interés turístico de más que dudoso buen gusto.

Tampoco conviene comprar esas tan monas de Louis Vuitton, porque como apenas caben dos botes de Sprite, pues te puedes tener que comer todas las letras de los adornos si dejas a la basca sin birras.

En el término medio está la virtud, y sobre todo en el reparto. Por ejemplo. Pongamos que vamos tres matrimonios (por supuesto que sin niños, porque se trata de disfrutar en paz de una buena comida campestre). Uno puede llevar una nevera con las bebidas frías, otro en la que vayan las materias primas a cocinar, carnes, pescados, mariscos, etc. Y nosotros, que somos la pieza esencial de la cuchipanda, ponemos el pan, para lo cual no hace falta ninguna nevera, es más, da mejor servicio una bolsita de tela de hilo grueso, porque a la hora de transportar los manjares desde el coche hasta el área recreativa, nos pesará mucho menos.

No aconsejo las de enchufar porque nos pueden dejar el coche sin batería en algunos minutos. Las de hielo son más pesadas, pero hay un truco: las subimos al coche vacías, en la gasolinera las cubrimos de cubitos de hielo de esos que venden en bolsas y, al llegar a destino, las vaciamos del agua que se ha fundido, de esta forma pesan menos y nos evitamos que, al final de la comida, algún gracioso nos eche el agua helada por la espalda. Andrés ¿Te acuerdas como me reí de la cara que pusiste en La Toja, cuando te tiré el hielo por la espalda?

Ya sé que por esto no me subirán el sueldo, pero ¡Qué risa! 

Escrito por el (actualizado: 21/10/2013)