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Chatear con riojas

 
Publicado en el Diario El Comercio, año 2001
 

A raíz de la última cata monográfica, «Riojas de chateo», y de la pésima calidad de los productos que allí tuvimos que sufrir, me plantee reflexionar un poco sobre un asunto en el que me reconozco profano ya que nunca he sido aficionado a tomar vinos fuera de la comida (salvo en el terreno profesional de la cata, claro está, pero que no tiene nada que ver con la costumbre de andar de barra en barra). De hecho creo que uno de los motivos de no haber contraido ese vicio proviene precisamente de la escasa calidad de los productos que se sirven por copas.

Una de las premisas elementales del buen chateador es establecer un itinerario que le permita tomar vinos de la misma marca en uno y otro bar, ya que, a poca experiencia que se tenga, con un par de veces que hayas practicado este ejercicio y te hayan ido cambiando de Coto a Paternina, Beronia, Siglo, Valdemar, etcétera, ya habrás hasta qué punto te puedes llegar a sentir mal por una vil resaca.

Y eso que dentro de lo malo estamos hablando de crianzas de Rioja, porque si hacemos la experiencia con lo que se llaman vinos corrientes, la cosa puede ser de gravedad.

Hasta aquí la sapiencia popular, las costumbres adquiridas según las experiencias personales y que suelen carecer de fundamento ya los argumentos de chigre suelen ser siempre consecuencia directa de la agresividad comercial con que tal o cual marca ha atacado en esta o aquella zona.

Sin embargo yo traslado el problema al chigrero, porque en realidad el distribuidor lo que hace es ganarse la vida honradamente y si el de Berberana puede desplazar al de Paternina, pues para eso está, pero es el chigrero quién, lejos de preocuparse mínimamente por adquirir una mínima cultura enológica mediante la cual poder elegir productos de cierta calidad para sus clientes, limita su selección a aquella oferta que le deje tres duros mas en botella, a pesar del abultado margen que se baraja en este tipo de hostelería ya que botellas que cuestan a menos de cuatrocientas pesetas, se venden entorno a las dos mil.

Ya sé que ninguno de estos comerciantes va a leer estas reflexiones porque, a diferencia de los restauradores o de los profesionales de enotecas (bares realmente especializados en vinos y que son la cara opuesta de lo que estoy describiendo) que estudian con detenimiento tantas publicaciones especializadas como les es materialmente posible, los taberneros no se molestan en lo mas mínimo en hacerse con revistas o suplementos gastronómicos (eso sí, opinar opinan con mas vehemencia que si fuesen bodegueros de toda la vida).

Pero quienes sí lo van a leer son los consumidores, los buenos aficionados que hace unos días leyeron con asombro como de los ocho riojas mas habituales en todos los bares, apenas uno alcanzaba el aprobadillo, cuando en estas páginas hemos descrito ya docenas de vinos que, en le mismo segmento de precios, ofrecían calidades notables, incluso sobresalientes.

Y repito lo que ya apunté al principio, que hablamos de riojas, porque esos que se globalizan como corrientes, ya practicamente ni los considero vinos.

A estas alturas, con el nivel de conocimientos que tiene ya un gran porcentaje de consumidores asturianos y considerando los miles y miles de litros de vino que se consumen al año en nuestra provincia de esta manera, creo que va siendo hora de exigir a ese señor que está detrás de la barra, que al menos se moleste en buscar productos de calidad y servirlos de acuerdo a las mas elementales condiciones que requiere esta bebida.

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Escrito por el (actualizado: 21/09/2014)