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Gimnasia culinaria

 
Diario El Comercio año 1999.

La cosa no es nueva, porque ya en la antigua Grecia, muchos filósofos, sobre todo los hipocráticos que buscaban un máximo control y armonía de la mente a través de la salud y el equilibrio corporal, recomendaban a sus adinerados discípulos que realizasen frecuentemente trabajos manuales de rango plebeyo, no por ahorrarse un sueldo, si no para sentir a través de sus manos el tacto de todo el mundo material que les rodeaba.

El propio Lúculo (Lucius Licinius Lucullus), general del siglo Iº a.d.J.C. y considerado el hombra mas rico de Roma, cuando tenía algún conflicto delicado con el César o con los senadores, solía ponerse a cocinar o a trabajar en el huerto que se había hecho construir en el monte Pinicio (aún se conservan los horti Lucullani, donde aclimató los primeros cerezos dulces que trajo de Asia), y a través de esa actividad, refrescaba su mente, y le llegaban nuevas y brillantes soluciones.

Y me viene a la memoria que, hace bastantes años, cuando un servidor de ustedes aún era un pobre empresario estresado, en el balcón de la oficina tenía una colección de bonsais, y cuando la cosa se ponía muy fea y estaba a punto de tirar la toalla, me ponía a trabajar sobre sus torturadas ramas y raices, y aquel contacto con el mundo material me devolvía la serenidad (de aquella no me podía relajar cocinando, porque precísamente mis mayores batallas eran con los cocineros de mis restaurantes).

Pero ahora que por fin he alcanzado la felicidad gracias a no tener ni un solo empleado, cuando algún asuntillo se complica mas de la cuenta y veo que que los engranajes del coco empiezan a chirriar, bajo a la cocina, atizo bien la vizcaina, y me pongo a cocinar para resto del mes.

Evidentemente esto no es válido el ranchero de una sala de bodas, o para la sufrida ama de casa que cada día tiene que preparar desayunos, comida y cena para toda la familia, pero sí para quienes realizamos trabajos de corte intelectual (y no me refiero solo a filósofos y escritores, si no a todos aquellos que tienen que trabajar tras un ordenador durante ocho horas llevando la contabilidad de una ferretería, vendiendo materiales de hostelería, o peleando contra varios comités de empresa).

¿Existe alguna base científica que ratifique esta teoría?

Pues sí.

Para empezar la empírica, porque si no existe explicación teorica sobre un fenómeno, pero sí la evidencia de que este se produce con regularidad, ya es una demostración válida.

Pero hay otra mas palpable.

Cuando nos ponemos a trabajar en la cocina, o a jugar al golf, debemos concentrar nuestra mente en lo que estamos haciendo, o de lo contrario la bola irá a parar a tee vecino, o el machete nos rebanará un par de falanges.

De esta forma estamos obligando al cerebro a trabajar en otra frecuencia distinta a la que le hemos sometido bajo presión durante muchas horas, y así, de forma similar al ejercicio físico que sirve para estirar los músculos y relajar la tensión acumulada, cuando terminemos de cocinar, sentiremos como la mente está liberada.

Vamos, es un suponer.

Y encima, como valor añadido, si el plato sale bueno, además de pasarlo como críos, pues nos podemos poner ciegos.


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