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Guías gastronómicas

 
Publicado en el Diario El Comercio, año 2.001.

Cada año los restauradores de cuño esperan ansiosos la aparación de las guías donde sueñan haber rebasado a ese competidor que una edición tras otra les agua la fiesta por medio punto.

Luego, comprobada la puntuación para su satisfacción o desengaño, se muestran indiferentes ante el público que les comenta su merecido triunfo o su injusta derrota (generalmente esto último es de lo que mas se habla), pero detrás de todo esto hay mas.

A un servidor, que lleva ya tantos años en estas lides, nunca le ha gustado eso del 7,25, 7,50 o 7,75, entre otras cosas porque para hilar tan fino, se necesitaría una infraestructura tan compenetrada y en la que todos los inspectores tuviesen los mismos criterios, que costaría una fortuna y les aseguro que la mayoría de los que se dedican a esos menesteres lo hacen por pura afición y hasta poniendo perras de su bolsillo para poder cubrir el area (eso en el mejor de los casos, porque solo hablo de los honestos, como es el caso de Asturias).
¿Cual es el resultado?
Pues que si en una comunidad, pongamos Galicia, la administración sabe moverse y manejar con ciertos estímulos a los inspectores de turno, las calificaciones serán de media uno o dos puntos superiores a otra, como por ejemplo Asturias, en que su Dirección Regional de Turismo ni se toma la molestia de comprar estas publicaciones porque parece ser que tienen demasiadas ocupaciones litigando entre sí sobre la legitimidad de su poltrona.

Aún así no hemos salido mal parados porque al menos la Gourmetour ha dado un tímido pero perceptible empujón subiendo algunas puntuaciones, aunque, siguiendo esas órdenes de Madrid que solo los inspectores asturianos cumplen a rajatabla, también ha sacado de la guía a un buen puñado de locales.

Michelín deja todo como estaba, y me temo que se les va a atragantar.

Rafael García Santos también, salvo por Casa Laure que desaparece como restaurante y va al apartado de fabadas (Rafael sabe tanto de fabes que está ya punto de inventar la Superfabada Asturdonostiarra).

La Campsa, incombustible (y perdón por el deleznable juego de palabras) en su formato imposible de encontrar un restaurante de forma racional (Sangenjo viene en galego por Sanxenxo, mientras que A Coruña está en la C por Coruña, La, y a La Felguera se la han llevado a Oviedo), sube con dos soles a Casa Fermín (también sube en la Gourmetour a 7,75).

Mas sangrante es la versión de vinos que venden en el mismo paquete, pero eso es harina de otro costal y ya la moleremos con aquellos granos.

Lo que no se sabe es porqué a La Trainera o al Pescador le mantienen incorrupta la estrella cuando son simples marisquerías que no llegan a la suela del zapato en calidad a La Zamorana, claro que las cestas de Navidad de pescaderías Coruñesas pesan mucho y los restauradores asturianos no conocen la dirección de D. Rafael Ansón.

En fin, que un año mas ha pasado sin que la hostelería asturiana se posicione nacionalmente como su calidad gastronómica se merece y a los hosteleros no se les puede pedir mas, porque no hay mayor porcentaje de establecimientos recomendables por habitante en el mundo (bastante hacen con mantenerse a flote entre tanta competencia), pero de aquellas aguas nos llegan estos lodos, y el carro pasa sin que nadie quiera entender que momentos de gloria como los del 99 y 2.000 solo pasan una vez, y que nuestro turismo nunca se moverá solo por nuestras playas.


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