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Ponerse a dieta

Patatas guisadas con calamares
 
Patatas guisadas con calamares
Diario El Comercio año 1998.

Ayer me tocó día de guiso, fecha señalada en mi calendario con marco rojo, ya que de su buena planificación depende la subsistencia de quien les escribe puntualmente cada viernes, llueva o truene, y así a las nueve de la mañana encendí los fogones con buena leña de roble, y entre cesto y cesto de troncos, me tiré doce horas haciendo cocidos, menestras, salsas, caldos, cremas de verduras, fondos, y demás preparaciones de base.

“¡Que bestia!, se dirá el lector que es persona prudente y comedida, así no me extraña que esté como un barril. Modérese hombre de Dios, que va usted a reventar”.

Pues sí y no, porque precisamente el objetivo de esa paliza coquinaria es el haberme puesto a dieta, y así ordenar las comidas de forma sana y equilibrada.

Andar por ahí comiendo a salto de mata es lo más peligroso para la linea, sobre todo si a uno le gustan los placeres epicúreos, y un tentempié a base de pinchos puede llevar el doble de calorías que una buena comida de cuchara y mantel.
Evidentemente mi objetivo no es lucir tanga esta semana santa. Por mucha cara dura que tenga, aun me queda buena dosis de ese absurdo sentido del ridículo de que tanto presumimos los españoles, y que nos impide disfrutar a lo grande como hacen los ingleses que nos visitan.

No, mis motivaciones son puramente saludables, y como el bienestar físico es preocupación general para todos los seres pensantes, o sea, lectores de la sección de gastronomía de EL COMERCIO, pues con ustedes quiero compartir algunos de los trucos o métodos que como estudioso del tema he considerado recomendables.

En primer lugar nada de dietas relámpago, ya que solo sirven para crear ansiedad, y esa media docena de kilos que se pierden se recuperan con creces al cabo de cuatro días.

El adelgazamiento debe ser una consecuencia de una alimentación sana, y no un objetivo en sí mismo (me refiero a mis motivaciones, no a las miss Universo, que me traen al fresco), así el perder unos kilitos será un beneficio añadido, como una propina, pero no el fin de nuestra dieta.

Hay muchos métodos para adelgazar, el Montiñac, el Vegan, el del Dr. Vander, el del Dr. Siegal, el de los carbohidratos, los macrobióticos, incluso el canibalismo creo que es muy eficaz, pero ninguno estos tratamientos se puede mantener por mucho tiempo. Sobre todo la antropofagia, rigurosamente prohibida en España, y que puede terminar llevando a la cárcel a quién la practique sin las debidas precauciones.

Sin embargo la dieta mediterránea es válida para convivir felizmente con ella el resto de nuestra vida.
Hay un libro de un dietista italiano, Roberto Morgante (El libro de las dietas), que plantea muy bien el asunto. Yo también lo hago en el de La Cocina Masónica, pero está mal que me eche flores.

La idea es no consumir nada que no llegue a nuestras manos en estado puro, así de un plumazo nos quitamos de encima todas esas porquerías elaboradas con harinas súper refinadas, los embutidos, la repostería, los alcoholes, etcétera.
Podemos respetar el pan, el vino y el aceite, porque son alimentos sagrados, pero poco más, porque incluso el azúcar blanca fue un invento napoleónico, nunca consumido en el Mediterráneo hasta el siglo pasado.

A ver si me creo todo lo que escribo y me pongo a régimen.

 Si le interesa leer más sobre este tema, pinche en el icono Buscador (ángulo superior derecho de su pantalla) y escriba la palabra objeto de estudio. También le recomendamos consultar en La Dieta del Cantábrico

Escrito por el (actualizado: 03/12/2013)