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Conflicto de la Agresividad Reprimida

 

Agosto 2009

Hay un pequeño detalle (esto es un eufemismo, porque la cosa es muy gorda) que no suele tenerse en cuenta a la hora de analizar conductas alteradas o incluso patológicas, y es que no tenemos en cuenta que el hombre ha sido animal durante más de un millón de años, y civilizado, en el mejor de los casos, hace apenas tres siglos.

La escisión de las diferentes familias del género Homo, con predominio del Homosapiens y desaparición de las nenaderthalensis y florensis, no implica que el sapiens haya surgido por generación espontánea hace doce mil años con la desaparición del Homoflorensis, sencillamente significa que aquellas familias desaparecieron y la esta siguió viviendo.
Pero es igual, aunque el hombre solo tuviese doce mil años (lo cual es absurdo), fíjense la relación: 12.000 años frente a 300.
Como en la realidad lo cierto es que hablamos de más de un millón, frente a no más de cien, el cambio de conducta es descomunalmente abrumador (me refiero al Homo erectus, pero este a su vez es una evolución del Propliopithecus, que tiene más de treinta millones de años).
Pero ¿A qué cambio me estoy refiriendo? Pues sencillamente al uso habitual de la violencia.
Hay que entender que la violencia física en la Naturaleza rara vez causa daños entre los animales de una misma especie. Pueden darse circunstancias extremas de lucha por un territorio, temporadas de celo, o por la supremacía de la manada, que pueden provocar daños más o menos serios, pero la agresividad moderada es constante y no traumática.
En una manada de monos, léase hombres primitivos, a cada paso había encontronazos, empujones, manotazos incluso algún mordisco por cualquier menudencia, y esto no se vivía con conflicto, si no como parte de la propia convivencia, como un vínculo social con la manada, como ese continuo juego de rivalidad que mantienen los cachorros de una misma camada y que les reafirma en sus vínculos afectivos fraternos.
Así ha sido el hombre a lo largo de cientos de miles de años, pero de pronto, en esta sociedad moderna que podemos fechar hacia finales de 1800 o incluso ya en 1900, y quizás a causa del desarrollo de las armas de fuego, la violencia es condenada, desterrada, abominada de nuestras vidas.
Incluso durante la Edad media y hasta el renacimiento, en las clases sociales inferiores el contacto físico era continuo y, en las dominantes, sobre todo entre la nobleza y aristocracia militar, los lances eran frecuentes.
En realidad es a partir de la II Guerra Mundial cuando la violencia, sea cual fuere su intensidad, es anatemizada, y aquí aparece el conflicto ¿Como puede asimilar todo un sistema hormonal un cambio tan radical, cuando durante miles de años ha ido evolucionando el cuerpo ante la producción de las diferentes adrenalinas, endorfinas, etc.?
Como ya apuntamos en el artículo “La señora de Don” en el capítulo Conflictos por Abuso del Derecho Jerárquico (ADJ) , una conducta tan natural como sería responder con un manotazo a otro individuo que te está molestando intencionadamente una y otra vez, debería ser, no solo absolutamente admisible, si no lo más normal.
Por el contrario, nuestra sociedad neurotiza la situación hasta tal extremo de que, el simple roce en un bar ya se interpreta como una ofensa, lo cual es patológico.
Antes de dar paso al estudio fisiológico del conflicto por del Dr. Fabré, he de hacer un apunte que me parece muy palpable: ¿Se han fijado ustedes hasta qué punto la casi totalidad de las películas de televisión muestran una violencia brutal, absolutamente desmedida y psicopática? Hasta podríamos hacer un guión tipo:
  • Hombre (o mujer) fuerte, con capacidad destructiva, que reprime su agresividad hasta que surge un detonante externo de dimensiones espectaculares. En ese momento, gracias a una causa políticamente correcta, el protagonista despliega toda su agresividad y destroza todo lo que pilla, hasta ciudades enteras, con una violencia que no se limita al uso de armas descomunales, si no que hasta tiene que haber mucho contacto físico, tiene que matar a sus contrincantes con sus propias manos.
¿Explico razonablemente la motivación del marketing? Todos queremos ser Rambo y poder estallar un día, destrozando a balazos el pueblo que nos ha despreciado, romper la cara con nuestras manos al cabrón del sargento que nos ha apaleado injustamente y desahogarnos en un verdadero Apocalipsis de todas nuestras frustraciones diarias, lo que, psicoanalíticamente, no es otra cosa que compensar nuestra frustración por la represión continua de nuestra agresividad.
Incluso regalamos a nuestros hijos muñecos como el de la foto, la máxima expresión de la agresividad, armado hasta los dientes y hasta con un fuerte contenido erótico, pero les reprimimos si le dan un empujón a otro niño de su misma edad, no digamos ya una bofetada o un puntapié.
Mi hermano, q.e.p.d., era un hombre muy sanguíneo y tuvo la feliz idea de canalizar mi agresividad a través de las artes marciales. Desde muy niño, apenas diez años, empecé con el yudo, luego vino el karate, aikido, taekwondo, full contact, etc. Hoy, debido a mi edad y a mi lamentable estado físico, ya no puedo desahogarme en el gimnasio y  espero encontrar el alivio en el Tai Chi, pero de momento no he localizado ninguna escuela por mi zona y no sé si me servirá, porque yo creo que nada puede sustituir al sentimiento de proximidad humana que aporta el contacto físico. No me refiero a andar por la vida abofeteando a mis semejantes, claro, pero sí me parece que debería trabajarse una nueva vía que no sea la de la erradicación absoluta del contacto físico, que hoy se considera incluso obligada en las relaciones paterno filiales, algo absolutamente hipócrita y, sobre todo, en lo que a nosotros nos interesante, traumática, enfermiza, negativa para todos los individuos de ese colectivo.
Pavlov, en su sistema de Reflexología, negaba el sistema primitivo de señales estímulo/respuesta en el hombre y lo modificaba por lo que denominaba "segundo sistema de señales", la heurística, es decir la capacidad para realizar de forma inmediata innovaciones positivas para sus fines.
Es evidente que el hombre es capaz de interpretar en fracciones de segundo un estímulo y modificar en función de su raciocinio la respuesta, pero Pavlov no estudió nunca las consecuencias de las emociones contenidas (dicen que durante la Iª Guerra Mundial, experimentó con seres humanos, pero ninguno de sus estudios ha salido a luz y hasta es posible que no llegase a tomar apuntes por pudor), sencillamente porque apenas si tuvo tiempo de trabajar con el sistema hormonal que estaba iniciándose en esos momentos.
De hecho, la casi totalidad de la psicología que manejamos hoy día, procede de esa época, cuando Freud desligó la filosofía de Hartmann, Schopenhauer y Nietzsche, a un nuevo concepto llamado psicoanálisis. A partir de ahí empieza a desarrollarse esta nueva ciencia, por distintos caminos dirigidos por grandes médicos como Adler, Carl Jung y Wilhelm Reich, Melanie Klein, Wilfred Bion, Jacques Lacan, etc., pero ellos no disponían de la información necesaria para comprender que muchas de las patología que estudiaban, tenían una sencilla explicación hormonal, como las terribles depresiones que tantas vidas y sufrimientos costaron hasta dar con el motivo, la alteración de ciertos neurotransmisores como la serotonina.
Dejo aquí mi intervención que solo es una exposición de hechos, porque espero que el Dr. Fabré sea quién pueda explicarnos las vías de salida a este conflicto.
Escrito por el (actualizado: 15/04/2014)