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Trastorno de la Agresividad por Inseguridad (síndrome API)

Squall, un personaje aberrante
 
Squall, un personaje aberrante
Julio 2009

Resumen y motivación del estudio 

Aunque no sea demasiado científico utilizar el concepto de epidemia o pandemia cuando no se trata de patologías de contagio (bacterianas o víricas), lo cierto es que, en la España del siglo XXI (deberíamos hablar de casi todo el mundo llamado occidental, pero en Europa hay costumbres socio-familiares muy distintas en cada país, por lo que nos centraremos en nuestro territorio), este trastorno de la personalidad en las nuevas generaciones es de tal relevancia, que incluso las autoridades ya han tenido que emitir leyes de protección de padres y profesores, ya que los casos de violencia física ya han provocado incluso muertes, como sucedió con el adolescente José Rabadán, el asesino de la Katana, que segó la vida de sus padres y hermana sin pestañear y sin mostrar el menor signo de arrepentimiento tras comprobar su salvaje carnicería.

Son tantos los casos de API (en sociología se conoce como Síndrome del emperador o del Niño tirano), que ya  se considera normal ver a niños con estas conductas patológicas que pueden, y suelen, derivar en perturbaciones psíquicas de consecuencias trágicas.

Aún sin ser una patología congénita, este síndrome puede llegar a derivar en verdaderas psicosis, en cuyo caso la rehabilitación del paciente adquiere ya dimensiones tan conflictivas, que sería imperativo tomar las debidas preventivas para evitar algo que ya empieza a constatarse, como es el fenómeno conocido como “Pandilleros”, que puede ser el germen de organizaciones de consecuencias impredecibles (grupos fascistas neonazis, Latin Kings, etc.).

Hasta ahora se ha considerado que este comportamiento agresivo se debía a conflictos familiares de desarraigo, falta de comunicación debida a las obligaciones laborales de ambos padres, situación social del entorno, acceso libre a espectáculos violentos (películas, Tv, video juegos...), sin embargo el problema tiene una etiología totalmente diferente, que, como no se explica abiertamente a estos padres para que reaccionen en consecuencia, van a seguir provocando nuevos casos de API, incluso podemos afirmar que con mayor frecuencia y peligro.
En este trabajo vamos a diferenciar tres niveles o estadios del conflicto:

  1. Nivel infantil: Es muy visible y debe ser en ese momento cuando se tomen las medidas preventivas necesarias. Suele confundirse con la imagen de “Niño insoportable, Chillón, Consentido, Mimado, Maleducado, etc.”, cuando en realidad estos comportamientos no son si no la clara manifestación del inicio de síndrome API.
  2. Nivel juvenil: En este nivel es ya muy complicado poder acceder al enfermo porque, durante la pubertad, se producen toda una serie de modificaciones hormonales que aumentan notablemente la agresividad. En muchos casos, el síndrome desaparece cuando el joven empieza a integrarse en nuevos grupos sociales o encuentra pareja, pero es un periodo extremadamente peligroso porque su violencia incontrolable (incluso para él), puede dar lugar a situaciones trágicas.
  3. Nivel adulto: Por lo general, la integración social lleva a cabo mecanizaciones que permiten al individuo convivir pacíficamente con su estado mental perturbado. No obstante hay que tener en cuenta que una gran parte de los delincuentes peligrosos, han sufrido este síndrome, por lo que podemos decir que en realidad son enfermos del síndrome API en su estado adulto. Una de las manifestaciones más comunes y hasta aceptada como normal por nuestra sociedad, es la relación agresiva dentro de la pareja. Ya se acepta, como parte de la sociedad actual,  la falta de respeto mutuo dentro del matrimonio, lo que está provocando un verdadero caos, con resultados socialmente trágicos de los que no sabemos hasta qué punto pueden afectar a las generaciones resultantes de esta generación.

Palabras clave: Trastorno de la personalidad. Irascibilidad. Agresividad descontrolada. Comportamientos violentos injustificados, incluso físicos. Incomunicación familiar y social. Fracaso afectivo.

El origen está en la Naturaleza 

En la introducción de esta sección de psicología holística, ya explico como  debemos analizar las patologías desde el todo que integra el individuo, incluso su parte animal, por lo que debemos estudiar su comportamiento antes de formas sociedades tan complejas como la actual, puesto que en aquellas primitivas el hombre se formó durante muchos más miles de años de los que lleva siendo “civilizado”.

Analizando comportamientos animales en naturaleza, encontramos hay casos en que cachorros, ya destetados, quedan huérfanos y desarrollan una gran agresividad para poder sobrevivir (muy pocos porque suelen morir), desarrollando personalidades adultas extraordinariamente violentas, que hasta provocan el desarraigo de la manada en caso de ser animales gregarios, o hasta asesinas con su propia especie, en caso de ser animales independientes.

La motivación viene dada por el propio instinto de supervivencia.

Desde que nace y hasta la separación como individuo adulto que busca formar su propia familia, el cachorro siente la presencia materna/paterna como una garantía de seguridad y protección, lo que podríamos llamar la Figura del Progenitor Protector (FPP).
En la naturaleza, los animales adultos combaten con frecuencia, ya sea durante los periodos de celo, por defensa de territorios, o, sencillamente contra sus depredadores.

Con estas actividades, el cachorro comprueba la fortaleza de sus protectores y juega con ellos a ser un contrincante ficticio, aunque no es infrecuente que la leona, cansada de que el cachorrito le muerda la cola, suelte un zarpazo y deje KO al animalito, lo cual no significa falta de cariño ni agresividad, y la vida de la familia seguirá felizmente.

Si por el contrario ese cachorro queda huérfano, será él quién tendrá que protegerse de otros miembros adultos de la manada y de los depredadores carroñeros que la merodean (he tomado el león como especie de análisis porque hoy es muy popular a través de los documentales televisivos), por lo que desarrollará una agresividad inusual en su estado de desarrollo que, en caso de supervivencia, se mantendrá a lo largo de su vida, dejando un rasgo de agresividad patológica en su personalidad adulta que hasta puede convertirlo en un animal solitario extremadamente feroz y cruel, incluso con sus congéneres.

Evolución y aberración del concepto de autoridad en nuestra sociedad. 

Considerando ya al hombre como animal racional (homo sapiens), este manejó siempre el concepto de la jerarquía de la manada, ya que el hombre fue siempre un animal gregario.

Estos principios jerárquicos de familia consanguínea directa (enseñanza de padres a hijos), servía como aprendizaje previo para la integración social del cachorro en el grupo (a partir de ahora le llamaremos niño), sabiendo cuales han de ser las normas de comportamiento, incluso en el caso de machos o hembras α, ya que incluso estos deben mantener los conceptos elementales de convivencia y respeto mutuo.

Durante miles de años estos conceptos de autoridad han evolucionado dando origen a principios culturales, llámense leyes, religión, costumbres sociales, etc., en los que siempre tuvo un papel protagonista esa figura de FPP, incluso evolucionada hasta los cargos de gobierno, en que, tanto el sacerdote como el noble, tenía la obligación de cuidar y proteger a sus feligreses o siervos.

A mediados del siglo XX y a consecuencia de  la trágica experiencia de brutalidad extrema vivida durante la dominación nazi, la sociedad occidental, rechazando tan espantoso y deplorable comportamiento, llevó a tal extremo su repulsa por la violencia, que llegó a incurrir en una aberración, ya que no se puede negar en una generación lo que se ha vivido durante miles de años y que configura nuestra estructura psíquica genética: el hombre no puede negar que es un animal y que como tal debe aceptar y saber canalizar su violencia congénita.

A partir de esta aberración educacional, se produce una total perdida del Principio de Respeto Jerárquico (PRJ) lo que provoca alteraciones en el desarrollo psíquico del individuo en su aprendizaje necesario para la integración social y hasta afectiva, provocando el API.

En la psicología actual, la teoría de la  PNL y su consiguiente desarrollo como método de psicoterapia (en mis tiempos solo se contemplaban las vías del conductismo y del psicoanálisis freudiano),  se considera casi como principio indiscutible, y la base de este método es que “toda conducta humana se desarrolla sobre una "estructura" o "plantilla de pensamiento" aprendida”.

Si en nuestro aprendizaje no hemos recibido asimilado el PRJ, seremos individuos desequilibrados por API.
Tanto Kurt Goldstein como Maslow, precursores de esta tercera vía, hoy conocida como PNL, apuntan de esta necesidad de aprendizaje en las edades más tempranas, lo que en su famosa Pirámide de Marc, se denominan «Necesidades de déficit» (deficit needs o D-needs), es decir, que el niño necesita aprender aspectos elementales, tales como es el andar, para poder desarrollarse como individuo.

En la parte superior, en el vértice de la pirámide o «auto-actualización», «motivación de crecimiento», o «necesidad de ser» (being needs o B-needs), ya se contempla la moralidad como parte de la estructura del individuo, es decir, que sin los aprendizajes de base no se puede entrar en lo que Maslow considera como que, en esta jerarquía de necesidades, las más altas ocupan nuestra atención sólo cuando se han satisfecho las inferiores de la pirámide.

Es decir, que incluso en la propia Psicología humanista que se desarrolló en EE.UU. (hemos hecho referencia a este movimiento de respuesta contra la violencia sufrida durante la IIª Guerra Mundial) y a la que se consideró como el inicio de la Contracultura, se admite el aprendizaje del PRJ como cimiento para poder desarrollar intelectos de libre pensamiento y auto-realización.

Como se produce el síndrome API 

En nuestra sociedad, los individuos no luchamos físicamente de forma habitual como sucede en otras especies, por lo que a un niño no le consta cual es la potencia defensiva de sus padres y así es él quién testa esta capacidad protectora provocando situaciones cada vez más radicales.

Este chequeo se lleva a cabo de forma absolutamente inconsciente, por lo que los padres deben saber que no son manifestaciones abiertas, si no que han de ser interpretadas por un profesional, bien de la psiquiatría, bien de la psicología, pero siempre recibiendo unos consejos puntuales de estos facultativos, para saber cuidar correctamente del desarrollo psíquico del niño, igual que lo hacen con el pediatra en la parte fisiológica.

Hay que entrar en la mente del bebé para comprender el terror que siente ante su entorno, ya que su subconsciente le grita permanentemente que es un ser absolutamente indefenso, por lo que, una vez destetado y con capacidad analítica del entorno a través de sus sentidos de la visión y el oído, su aprendizaje de supervivencia habrá comenzado y así buscará continuamente indicios de peligro y referencias de protección.

Si durante este primer periodo del aprendizaje el niño ve síntomas de debilidad en sus padres, inmediatamente iniciará su trastorno de API, que irá in crescendo a lo largo de su aprendizaje (teorías de psicología evolutiva de Erik Erikson y Vygotski).

Si el niño, en edad demasiado temprana, inicia la elaboración de Mecanismos de defensa (este conflicto ya fue planteado por Freud y Karl Abraham hace más de un siglo y desarrollados en mayor profundidad por Hermine von Hug-Hellmuth  y Melanie Klein), este individuo desarrollará una agresividad compulsiva que le llevará, en un primer estadio, a las consabidas rabietas infantiles.

Aunque la psicología conductista ha sido absolutamente condenada y desterrada de nuestra sociedad, si analizamos los trabajos del Dr. Arthur W. Staats, vemos como sus estudios del "análisis conductual", nos muestran como estas supuestamente inofensivas y naturales rabietas, denotan ya una manifestación de un conflicto más profundo que debe tratarse con seriedad y rigor, en ningún caso dejar que sigan más y más, porque indefectiblemente degenerarán en conductas mucho más agresivas y peligrosas para el propio individuo y su entorno.

Los fracasos ocurridos en los albores de la psicología (Hermine von Hug-Hellmuth fue asesinada por un sobrino suyo al que ella había tratado en la infancia), provocaron que ciertos comportamientos, como dar una par de azotes en el culo a un niño para que se calle antes de iniciar una rabieta, fuesen analizados y tildados de conductistas.

En aquella confusión de conceptos radicales, Donald Woods Winnicott desarrolla toda su teoría del Verdadero y Falso Self , interpretando la función materna desde una perspectiva exclusivamente humanista (sostenimiento o sostén (holding), la manipulación o manejo (handling), y la presentación objetal (objet-presenting), olvidando la parte animal del hombre.

Estos conceptos, ampliados por psicoanalistas de tanto renombre como Jacques Lacan, o más recientemente , el esloveno Slavoj Žižek, llevaron a estos movimientos aberrantes actuales que pretenden negar conductas animales que llevamos asimiladas durante millones años, incluso en lo que podemos llamar tiempos actuales  o culturas avanzadas, desde Mesopotamia hasta finales del siglo XX, y claro, la han cagado.

Dado que esto es un breve estudio no puedo entrar en conceptos tan importantes como el llamado Selbst de C. G. Jung, simplemente voy a seguir en el conflicto situado en el desarrollo de la psicología evolutiva que es donde se encuentra la raíz del síndrome API (aunque yo elegí la especialidad de psicodiagnóstico, mi asignatura preferida fue siempre la psicología evolutiva, aunque por aquel entonces no se estudiaban los factores fisiológicos y endocrinos tan importantes en el desarrollo psíquico del niño, como son todos los procesos hormonales durante la maduración sexual, que yo sí había estudiado en veterinaria e incorporaba a mis trabajos de investigación).

Como iba diciendo, el niño testa a sus progenitores desde que tiene consciencia de su entorno, y si no percibe una notable fuerza en su entorno, se siente desvalido y empieza a desarrollar una agresividad violenta.

Por ejemplo, las famosas y habituales rabietas, son situaciones descontroladas de agresividad en que el individuo no pude dominar su estado consciente, por lo que debe ser tratado en consecuencia para evitar derivaciones que pueden llegar a resultar graves. Aunque sea una técnica conductista, someter al niño a una ducha de agua fría, esta le permite retomar el dominio de sí mismo, por lo que si a continuación le arropamos y colmamos de cariños, el niño se sentirá dominado y protegido, con lo que, al cabo de poco minutos caerá dormida por su estado de post estrés y no volverá a repetir estas pataletas que, repito, pueden derivar en conductas peligrosas para su propia integridad.

Advertencia innecesaria pero obligada 

Como me imagino que algún demagogo argumentará la existencia de posibles malos tratos en el comportamiento educativo que planteo, quiero dejar bien claro que no existe la menor relación entre ambas cosas.

El maltrato infantil es una patología en sí (síndromes de Silverman, Caffey II, o Tardieu) que no vamos a tratar aquí.
No defiendo la educación que sufrimos en la España de los años cincuenta, en la que recibíamos coscorrones, bofetadas, azotes y hasta reglazos en las puntas de los dedos de las manos. No, eso era brutal, aunque también he decir que, por aquellos guantazos, no hubo consecuencias psíquicas, si acaso algún moratón pasajero sin mayor importancia que los que nos hacíamos jugando en el recreo, cuando los niños no teníamos teléfono móvil, ni game boy, ni esas cosas.

Dar unos azotes a un niño cuando ha hecho una trastada, es un acto de cariño paterno que duele más al padre que al hijo. Negárselos, es un acto de cobardía y de negligencia en las obligaciones paternas.
Para discernir entre educación sana y malos tratos, basta con acudir a la descripción de H. Kempe que se contempla en medicina legal.

Base de la teoría del trastorno por síndrome API 

De todo lo expuesto, podemos deducir que la carencia de la figura (autoritaria)  paterno/materna en los primeros años de vida, provoca una percepción subconsciente de inseguridad y peligro, que a su vez genera, como sistema de autodefensa, una agresividad violenta que puede llegar a ser patológica, incluso de consecuencias fatales para el propio individuo y su entorno, al no tener consciencia de la importancia del PRJ.

Consecuencias del síndrome API 

Al ser esta una patología relativamente nueva, no podemos determinar el nivel de riesgo que puede suponer en el individuo, ni sobre todo en la sociedad que estos configuren, aunque ya se están apreciando rasgos que algunos políticos confunden con preceptos de carácter político o religioso, vinculados a las costumbres españolas más conservadoras, pero que, por desgracia, nada tienen que ver con ello, si no con una verdadera psicopatología de grave trascendencia.

Resulta terrorífico comprobar el odio que estos jóvenes pueden llegar a desarrollar contra sus padres, incluso en las etapas juvenil y adulta, en las que consideran que sus progenitores solo existen para darles de comer, sacarles dinero (coches, pisos, juguetes, etc.), exigirles que les cuiden como si fueran niños (las mamás les preparan la comida de la semana y les limpian el piso incluso cuando se han ido de casa) y no agradecer nada porque lo consideran un derecho adquirido. No digamos ya, participar en las necesidades familiares, desde ayudar a poner la mesa, hasta entregar parte de su salario para ayudar a la economía doméstica de la que se benefician.

Este desprecio patológico hacia los padres, induce a pensar que, cuando estos necesiten de los cuidados de sus hijos (discapacidad física para manejarse por sí mismos, enfermedades propias de la edad, senilidad, Alzheimer, etc.), tendrá que ser el Estado quien corra con estos servicios que hasta la fecha en todas las generaciones se consideraron como una obligación natural.

Esto es un conflicto de gravísimas consecuencias si tenemos en cuenta que no se trata de casos aislados, sino que nos encontramos con que se puede considerar que la gran mayoría de las actuales nuevas generaciones, padecen este síndrome, por lo que, en las décadas venideras, habrá que ver como el Estado es capaz de responder a tan gigantesca demanda de servicios sociales geriátricos.

Añagazas demagógicas como legalizar la libertad para abortar a niñas de 16 años, son negaciones de la figura PP que provocarán trágicas consecuencias en la psique de esa menor. ¿Porqué todos estos políticos que defienden esos conceptos anarquistas, en el seno de sus partidos, respetan escrupulosamente la obediencia jerárquica?
El respeto mutuo es necesario para la convivencia, y el desprecio por las normas cívicas,  provoca inexorablemente graves trastornos sociales.

Una curiosa manifestación es las ambivalencia sexual que se aprecia en estos pacientes y que la sociedad admite incluso con agrado, como es la figura de Squall, el héroe de las animaciones Final Fantasy VIII, donde su imagen afeminada contrasta con su descomunal violencia y poder mortífero de las armas que utiliza contra esa sociedad agresiva que le rodea.

Escrito por el (actualizado: 14/12/2013)