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Hostelería asturiana, 1999

 
Diario El Comercio año 1999.

Asturias cuenta este año 99 con tres estrellas en la guía Michelín, y como ya dije en su día, si el inspector no hubiera estado ausente tanto tiempo, o se hubiera informado debidamente, lo más justo hubiera sido que las tres fuesen cinco, porque se dejó dos premios en el bolso (quizás tres), que ya le deben estar quemando.

Otras guías, o mejor dicho otra, cuyo nombre no voy a a citar por la amistad que me une, pero que está en la mente de todos, ha querido ser más quijotesca que nadie, y para demostrar la honradez de su calificador (asturiano, claro), pues lo que en Galicia es un 8, aquí lo dejó en un 6, y así ha dado una imagen absolutamente distorsionada de la evolución positiva de nuestro actual momento hostelero. Lo siento mi querido amigo, pero has metido la gamba.

Pero lo más grave no está en esa guías que usan varas de distinta medida según qué comunidad, al fin y al cabo se trata de empresas privadas que se juegan sus perras, lo peorcito está dentro, en el propio Principado, donde en vez de sacar de una maldita vez a la luz la calidad de nuestra oferta, nuestros gobernantes, obcecados en ver cada cual como puede rescatar para sí algo del naufragio que se avecina, están dejando pasar una oportunidad que quizás dentro de poco tiempo sea recordada como un sueño.

Hace pocos días les hablaba del restaurante Taberna de Viavelez, una rutilante nueva estrella Michelín por la que alcaldes o gobernadores de cualquier pueblo o departamento francés, inglés o italiano, estarían dispuestos a vender su alma al Diablo, sabedores de la riqueza turística que para cualquier pequeña urbe supone semejante galardón, y que sin embargo aquí, no solo no recibe ayuda de sus ediles, sino que está siendo tan castigado y maltratado, que quizás el día menos pensado tome su mula y sus arreos, y se large a municipios más civilizados.

Hace algunos meses, en la inauguración del museo Gugenheim de Bilbao, una representación de cocineros andaluces sorprendió a los centenares de asistentes con sus creaciones, un auténtico bombazo para la hostelería de esa comunidad que quiere ser reconocida en toda España.

¿No podía haber estado, con más motivo, Asturias?

Pues sí, pero para eso hay que moverse, y por aquí, parece que falta gasolina.

¿Y qué me dicen de esas asociaciones empresariales, supuestamente creadas en defensa de la cocina asturiana?

Chupar subvenciones si que chupan, y constituirse en ghettos cerrados con numerus clausus ante los nuevos restauradores triunfadores también, pero por lo demás, salvo reclamar por ahí para sí algún que otro premio de dudosa legitimidad, poquillo, pero que muy poquillo hacen.

¿No sería mejor romper con esa endogamia tradicionalista de la Vetusta de Clarín, y dejar que esa sangre nueva que está sonando allén de Pajares, renueve el paisaje de la hostelería asturiana?

Pero en fín, ya saben que esto es clamar en el desierto, porque los viejos dictadores quieren morir en sus poltronas, aunque apesten a podredumbre y basura, y como a los poderes facticos les siguen el juego, pues todos tan contentos, aunque en el corral solo queden cadaveres.

 

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Escrito por el (actualizado: 17/12/2012)