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Pescaíto frito

 
Publicado en el diario Diario El Comercio año 1998.

Sin duda muchos lectores pensarán: «Ya está el animal este despotricando contra Asturias. Con el desastre turístico que estamos pasando este veranito, solo faltaba ponerle la guinda al pastel hablando mal de nuestra gastronomía. Ya podía haberse tomado también él unas vacaciones y haberse ido a tocar la gaita a su pueblo».

Bueno pues en eso último tiene razón, porque hace un montón de años que no me tomo unas vacaciones, y siempre tuve ganas de aprender a tocar la gaita, pero en lo tocante a la gastronomía, absolutamente no.

Yo entiendo que para un ranchero el invento ese de la freidora industrial, que según los vendedores de aparatos de hostelería no mezcla los sabores aunque después de una morcilla se frían unos bocartes, es un auténtico chollo. Sobre todo si lo que va a meter el ella ya le viene congelado y en bolsitas, listo para abrir y echar al aceite, pero que en una región como la nuestra, con una legendaria cocina tradicional, que al los turistas les echen de comer las mismas bazofias que en cualquier suburbio de Madrid, Barcelona o Albacete, me parece, cuanto menos, indefendible.

«Huy, pues la gente se los come que da gusto, dice un traficante de comidas con coleta que cada verano pone su chiringuito en la playa, y como comprenderá para cuatro días que tenemos de negocio, no vamos a perder el tiempo haciendo virguerías».

Bueno, también los de la grúa tienen derecho a ganarse la vida, y no por ello deja de ser un acto despreciable el que te quiten el choche por no poner el ticket de la O.R.A.

Aquí no juzgamos socialmente a nadie, pero gastronómicamente, eso de las fritangas, al menos en Asturias, es un auténtico vandalismo.

Y no por el hecho en sí de esa peculiar forma de cocinar, ya dicho sea de paso, absolutamente ajeno a estas latitudes ya que hasta hace poco más de un siglo en Asturias el aceite solo se usaba para aliñar ensaladas, sino por lo mal que se hace, llegando incluso a ser tan nocivo para la salud, que cualquier dietetista que se consulte, nos advertirá que un aceite recalentado es tan tóxico, que se puede considerar como un auténtico veneno.

Claro que si ponemos una sartén con buen aceite de oliva virgen limpio, y en él freimos unas parrochinas, solo meter y sacar, estas son una delicia, y hasta saludables, porque aumentan el HDL (colesterol bueno), pero cuando estos pobres pescaditos pasan por la dura prueba de la freidora industrial, llena de aceite de palma, que aguanta semana tras semana y recalentón tras recalentón, lejos de ser inofensivos, se convierten en un arma letal.

Y luego viene ya el ensañamiento. ¿Que misterioso rencor tendrán los rancheros contra los pobres bocartes, para hacerles semejantes atrocidades?

Pero si con lo pequeños y delicados que son, no necesitan de ninguna cocción previa.

Destriparlos, pasarlos por harina, y meter y sacar en una sartén con aceite muy caliente. Listos y perfectos.

¿Para qué los refrien?

Si encima es trabajo doble.

Estimado lector, le aseguro que defender esas formas, no es querer a Asturias, sino maltratarla, porque los turistas serán guiris, pero no idiotas.

 

Si le interesa leer más sobre este tema, pinche en el icono Buscador (ángulo superior derecho de su pantalla) y escriba la palabra objeto de estudio. También le recomendamos consultar el enlace a Escuelas de hostelería

 

Escrito por el (actualizado: 17/12/2012)