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Reclamaciones en restaurantes

 
Publicado en el Diario El Comercio, año 2001.

Desde que iniciamos la sección el chigre, raro es la semana que no recibo una o varias cartas o correos electrónicos protestando porque en alguna de las sidrerías recomendadas, el lector sufrió un mal trato de diversa índole, hasta tal punto que he tenido que redactar una carta tipo con la que responder, explicando el criterio con que se redacta dicha página: que no se trata de una crítica pura si no mas bien de un reportaje donde se destaca lo bueno y se obvia lo malo, que el que va a este tipo de locales ya sabe que el tipo de servicio que va a recibir y la idiosincrasia de esta forma de hostelería, etcétera.

Pero hay veces que la cosa pasa ya de castaño a oscuro, como nos sucedió hace algunos días en El Cubano de Candás, donde el comportamiento del dueño fue tan grosero, que decidimos pagar lo que habíamos consumido y marcharnos sin hacer el trabajo so pena de tener que dar cuenta de lo sucedido (luego nos enteramos que el despotismo del tal Nano es conocido por toda la parroquia y los rifirrafes con los clientes son moneda habitual de la casa).
Ya en el coche y con el consiguiente cabreo por habernos hecho perder varias horas de trabajo (la visita había sido previamente concertada), me vino a la cabeza un tema sobre el que nunca quise pronunciarme, pero que ya va siendo hora de tocar: las hojas de reclamaciones.
Los españoles somos reacios a usar este servicio al que como consumidores tenemos el mas sagrado derecho y no somos conscientes que por culpa de esa apatía, o incluso temor ante la posibilidad de tener que sufrir una situación tensa, la administración, asociaciones, o cualquier otro grupo de observación, saca conclusiones que son radicalmente falsas, tales como que en cierto foro profesional, la dirección regional de turismo argumentó que en el año anterior solo se habían recibido tres reclamaciones por lo que se deducía que todo iba de perlas.
Eso es falso y aunque doy por hecho que las asociaciones de hostelería se van a poner de uñas por este artículo, deben entender que el corporativismo solo beneficia a los mediocres en detrimento de los buenos y de la imagen general del sector y si los consumidores perdiesen el miedo a pedir la hoja de reclamaciones y la administración actuase como corresponde, muchos de esos rancheros que aún empañan la imagen de la excelente hostelería asturiana, se lo pensarían dos veces antes de volver a tropezar en la misma piedra.
Hace algunos años tuve que recurrir a presentar una denuncia en el cuartel de la Guardia Civil porque en un hotel mallorquín se negaron a entregarme la correspondiente hoja de reclamaciones alegando que estaban guardadas en la caja fuerte y el encargado tenía las llaves.
Lo mas normal hubiese sido que el cliente, en ese caso un servidor de ustedes, se hubiese ido refunfuñando y con la sensación de que le habían tomado el pelo y al final de año la empresa presumiría de un currículum intachable, cuando la realidad es que era un antro donde estafaban a todo inocente ser que por allí cayese.
Además, por si algún consumidor lo ignora, una reclamación no implica multa alguna, únicamente supone una llamada a la administración para que esta realice la correspondiente inspección y si se constatan los hechos y procede (por ejemplo cobrar precios diferentes a los de la carta, falta de higiene, etcétera), ya se inciará el correspondiente expediente sancionador.

 

Si le interesa leer más sobre este tema, pinche en el icono Buscador (ángulo superior derecho de su pantalla) y escriba la palabra objeto de estudio. También le recomendamos consultar el enlace a Escuelas de hostelería

 

Escrito por el (actualizado: 17/12/2012)