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Rocambole en la cocina

 
Publicado en el diario Diario El Comercio año 2002.

A principios del siglo pasado, me refiero al XIX, surgió un personaje, Pierre Alexis, vizconde de Ponson du Terrail, cuyas fantasías, escritas bajo forma de folletines y novelas, asombraron a toda Francia por su inverosimilitud y descabellada imaginación.

Para recrear aquellos disparates creó un personaje, Rocambole, cuyas aventuras, siempre llenas de un patético heroismo chabacano, dieron pié a un famoso dicho que aun perdura en nuestro lenguaje y así, cuando queremos definir la supuesta vivencia o relato de algún fantasmón, decimos que nos ha contado una hazaña rocambolesca.
Ponson escribió a lo largo de su vida 272 novelas (en dos años llegó a publicar nada menos que 73) en las que colocaba a Rocambole en las mas fantásticas situaciones y, estoy convencido, de que si en vez de en los Alpes y en 1850 (1829-1871), hubiese vivido en Asturias en nuestros tiempos, uno de estos volúmenes se hubiese titulado «Rocambole en la cocina».
La diferencia con el resto de sus escritos es que, en este caso, la realidad hubiese superado la ficción. Aquí en vez de gastar sus neuronas imaginando inconccebibles locuras, simplemente describiendo lo que observase, hubiera tenido que moderar su verbo para no herir la sensibilidad de los lectores, ni ser tildado de grotesco y absurdo.
Muchas son las personas que me escriben criticando la crudeza de mis artículos (el pasado mes de diciembre ya fue exagerado con lo del Pasotismo camareril), lo cual me parece muy bien, pero cuando a veces alguien me lo dice conversando, mi mujer salta como un muelle: «Madre mía, si supiéseis lo que Pepe se guarda en el tintero, si os imagináseis de todo lo que somos testigos y que, por pudor o por no organizar líos, este se traga y no publica. Nunca pensé que este gremio fuese tan alucinante y cuando, antes de conocerle, leía sus artículos, pensaba: este tío se está quedando con nosotros. Ahora soy yo quién le dice: escríbelo, cuéntalo, haz que la gente se entere de todas estas locuras. Y sin embargo, a pesar de lo que creais, no escribe ni la mitad de la mitad y encima suavizando hasta mas de la cuenta lo que ha visto y sufrido».
Un buen amigo, ex colega de fogones y uno de los grandes maestros de Francia, visitando hace unos días nuestro maravilloso Principado a través de sus comedores, como Dios manda, me comentaba atónito: «Pero esto es el país de Jauja. En Francia un cocinero tarda como mínimo diez años en establecerse por su cuenta, sin contar con el periodo de aprendizaje y aun así hay no pocos fracasos. ¿Como es posible que aquí haya propietarios con veintipocos años? ¡Y encima son legión! Porque entendería que hubiera un fenómeno, un genio, pero como un caso aislado, como la excepción que confirma la regla, pero aquí es todo lo contrario, parece que un profesional con cuarenta años, que es cuando realmente debe plantearse la posibilidad de trabajar por cuenta propia, ya está pasado de cuerda. ¿Es posible que haya demanda para tanta cocina de autor?».
No quise contestarle, o mejor dicho me fui por los cerros de Ubeda, le dije que sí, que aquí somos la caraba, que todos los asturianos comemos a diario de restaurante y con Vega Sicilia y que no hay problemas en que se sigan abriendo comedores de lujo como si fuesen quioscos de feria. También le dije que no hay crisis a la vista y que de los que están abiertos, no hay ninguno silbando para que no le pisen.
Vamos que le metí una historia que cuando volvió a su chigre, debió contar a sus paisanos que Rocambole a mi lado, era mas comedido que un jesuita.


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Escrito por el (actualizado: 17/12/2012)