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Las grandes superficies.

 

Publicado en la revista PlanetaVino nº40, sección: El Toque del Quera.
 

Se acercan las compras navideñas y, quién más quién menos, estará peregrinando por los lineales de las grandes superficies en busca de ese vino “bueno, bonito y barato” con que solucionar los diferentes conflictos que se avecinan por estas fechas.

Pero la realidad es muy diferente a lo que se esperaba nuestro pobre samaritano, porque cuando se acerque a la susodicha sección, se encontrará con una jungla de marcas desconocidas, con precios inusitadamente baratos, en muchos casos con presentaciones deslumbrantes, e incluso, en muchos casos, con garantías de consejos reguladores de tanto porte como Rioja o Ribera de Duero.

- Hombre, se dice el pobre infeliz, si lleva la contra etiqueta de Ribera de Duero no puede ser malo.

¡Ay mísero de ti, ay infelice! Si tú supieses lo que puede haber dentro de esa botella que te están ofreciendo por menos de cinco euros, te aseguro que te pasarías al agua mineral con gas natural.

Hace muchos años, cuando estaba preparando mi libro sobre Ritos y tradiciones de la mesa masónica, un buen amigo, propietario de una lucrativa pizzería en Biarritz y profesor de la Escuela de hostelería de San Juan de Luz, me dijo “No dejéis que esta plaga os invada. No podéis imaginar el daño que pueden llegar a provocar en vuestra rica gastronomía. Implantarán su globalización y arrasarán con los productores artesanos. Arruinarán empresas elaboradoras de conservas, galletas o cualquier producto y hasta las bodegas sucumbirán a la tentación de envasarles marcas blancas a precios ruinosos. Tenéis que defender lo vuestro. Francia ya ha sucumbido, pero vosotros estáis a tiempo de evitar esa hecatombe”.

Desgraciadamente el cáncer ya estaba desarrollando sus metástasis y es el día de hoy en que Francia ha superado esos tumores gracias a las marcas de calidad (labels) y sus vinos cubren todos los espectros del mercado, mientras que en esta pobre piel de toro, los bodegueros aún levantan ufanos la cabeza para presumir de sus porcentajes de exportación (aunque todos sepamos que venden a precios ignominiosos).

Menuda gloria. Otro amigo, que quería poner una distribuidora de vinos de calidad en Alemania (llevaba viviendo allí varios años y le había afectado un ERE), me pedía consejos para hacerlo, pero también me indicaba que la imagen de los vinos españoles era peor que la de los argelinos y no digamos ya argentinos, chilenos o australianos, porque solo había marcas desconocidas que luchaban por precios en la banda más baja del mercado.

En las últimas tres décadas España ha dado un salto de gigante en la calidad de sus vinos, tanto que hasta los más prestigiosos críticos internacionales han tocado campanas ante esas nuevas joyas que el tirano Proensa califica con 100/100 o cerquita. Y no son tres y el del tambor, sino más de setecientos los que entran en este selecto club, entonces ¿porqué diablos se exporta morralla a precio de granel y se pisotea el buen nombre del vino español? Creo que deberíamos preguntárselo al ICEX, que es quién patrocina esas ferias para promoción exterior, como la de China que dirigió Peñín y en la que los bodegueros expositores se quedaron con un palmo de narices porque sus vinos no llegaron a los stands y encima se invitó a la prensa a una comida con Vega Sicilia, que no participaba en la feria.

Pero volvamos a nuestras grandes superficies, aunque el problema viene a ser el mismo: bodegas con excedentes de vino que están dispuestas a vender al precio que sea, con tal que coger algo de pasta y de paso hacer sitio en sus almacenes. Resultado: vinos maltratados, marcas blancas que engañan al consumidor, río revuelto en que se ahogan los honrados que quieren defender su buen nombre, y especuladores que compran vinos a menos de dos euros y los exhiben en sus lineales a cuatro con carteles falsarios que anuncias ofertas irresistibles.

Tres décadas de esfuerzo, trabajo bien hecho, sacrificio y éxitos, tirados a la basura por los de siempre, los especuladores, los mayoristas, los desalmados que venderían el honor de sus madres e hijas con tal de engordar la cuenta de resultados.

¡Tres hurras por esos nuevos técnicos de marketing que han sabido afrontar con tal brillantez la crisis! Gracias a sus iniciativas, cuando pase el bache, estaremos como en los años setenta, bebiendo tablones y graneles.

Escrito por el (actualizado: 01/01/2016)