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La huerta, una mina inagotable

Espinacas a la crema
 
Espinacas a la crema
Publicado en gallego en el libro A Cociña do Veran (edicións Xerais) y en castellano en La Cocina del verano (Alianza editorial)
 

Del mismo modo que los productos de casquería son los más cotizados en aquellos lugares donde se sabe comer, y donde la gastronomía está reconocida como un arte, en estos momentos los productos de la huerta son parte fundamental de la compra de los grandes cocineros europeos.

Ni que decir tiene que una merluza del pincho recién sacada del mar es un bocado exquisito, o que un buen cabrito es una delicia, pero no lo es menos un buen pisto de calabacines y berenjenas, o una crujiente ensalada de cogollos de lechuga.
Quizás la diferencia estribe en que para que una langosta sea un banquete, basta con meterla en una pota con agua hirviendo y sal, mientras que un plato de verduras solo puede alcanzar el calificativo de apetecible en manos de un buen cocinero.

Pero debemos pensar en el futuro que se avecina. Los recursos salvajes están cada vez más comprometidos y no es ninguna noticia que el marisco y el pescado están muchas veces en peligro de regulación, o al menos sometidos a fluctuaciones de precio que los pueden llegar a convertir en inaccesibles.

Sin contar con el apabullante nivel de fraude que se está produciendo en España vendiendo marisco importado con marchamos de depuradoras gallegas.

Sin embargo las huertas del Norte, las artesanas, las realmente gastronómicas, casi han desaparecido, y esas sí que son fuentes de riqueza inagotables, generadoras de miles de puestos rural, algo sobre lo que parece que los políticos aun no han comprendido.

Un día cierto diputado, cuyo nombre prefiero obviar, me dijo: "Todo eso está muy bien pero en un solo barrio de A Coruña hay más votantes que en toda la Terra Chá".

Claro que sí, pero ese mismo territorio explotado racionalmente podría dar de comer a toda Galicia sin necesidad de importar productos de Europa, mientras que los suburbios de las grandes ciudades solo producen miseria y detritus.

Yo creo que ya va siendo hora de pensar en generar riqueza y no en basar la política solo en captación de votos a través de esas malditas subvenciones electoralistas, muchas veces incluso usando modos que más recuerdan a los gangsters de Chicago que a representantes democráticos de un pueblo.

Hace veinte años visité un kibud en Israel, y ví como en pleno desierto producían hortalizas y criaban ocas. El responsable de aquella proeza me dijo que exportaban sus productos a Europa y después comprobé que el 70% de los patos y ocas que se comercializan en Francia procedían de ese país.

En un desierto los judios han logrado producir una de las fuentes de ingresos más colosales que ningún país pueda soñar. Aquel hombre me dijo: "Gracias a los medios de comunicación y los avances domésticos actuales, se puede vivir en el campo con todas las comodidades de una ciudad y el futuro está en descentralizar los grandes nucleos urbanos que solo generan basura y conflicos humanos. El país que sepa redistribuir su población en el medio rural será estable y podrá sobrevivir a los grandes cataclismos sociales que se avecinan. El que por el contrario siga fomentando la masificación urbana, se verá desbordado y sus gastos administrativos lo devorarán".

Hace veinte años escuché estas palabras y desde entonces vengo repitiendolo en todos los medios que tengo a mi alcance. Estoy convencido de que si los judios hubiesen elegido Galicia como su tierra prometida, hoy día la provincia de Lugo sería más rica que el Principado de Mónaco.

El campo gallego tiene más de lo que ningún otro pueda soñar: buena tierra, agua en bundancia y hasta el suficiente sol como para poder competir con paises como Francia u Holanda que generan la mayor parte de sus ingresos con recursos agrícolas y ganaderos, y sus respectivas industrias de transormación y comercialización.

También Asturias y Cantabria tienen grandes posibilidades, aunque quizás más en el terreno ganadero y de industrias lácteas de calidad (quesos artesanos, mantequillas, etcétera).

Pero parece ser que hacer una política de reciclaje agrícola no genera los suficientes votos como para que sea rentable la inversión pública, y es mejor derrochar los presupuesto haciendo polígonos industriales abocados al fracaso, mientras importamos y consumimos las insípidas verduras de Holanda y la leche de Francia.

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Escrito por el (actualizado: 08/08/2015)