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Pobres cerdos

Salchichón ibérico
 
Salchichón ibérico
Publicado en el Diario El Comercio, año 2001
 

No teman, no voy a sacar mis venas judeomasónicas ni mozárabes, no está el horno para bollos con la que ha montado el Ben Laden, a lo que me refiero con este título, es que comer carne de cerdo, en el colegio, nos decían que era signo de cristiano viejo, reactivo contra falsos conversos o moros escondidos, señal de nobleza carpetovetónica y, claro, como todo lo que nos contaban en aquellas sórdidas clases de historia, todo, o casi todo, era mentira.

Como bien explica Marvin Harris en su obra «Bueno para comer», la mayoría de los productos sagrados o anatemas, no son intrínsecamente ni buenos ni malos, simplemente rentables y apropiados, o no, para una determinada comunidad.

En el caso del cerdo la cosa está bien clara. En el área mediterránea, regiones secas y semideserticas, criar un cerdo es una locura porque este animal necesita grandes cantidades de agua (los suídos son los animales mas limpios de todos los domésticos y la falta de limpieza en una piara, además de apestar un concejo entero, puede provocar graves epidemias y por supuesto la desaparición de esta. Pero sobre todo tiene otra explicación y es que en los paises calurosos el animal sufre lo indecible al carecer de glándulas sudoríparas, por lo que necesita revolcarse en agua, lodo, o en su defecto sus propios excrementos, para refrescar su delicada piel que de otro modo se resquebrajaría hasta la muerte), así como de comida fresca, lo que hace que su explotación sea ruinosa.

Aparte del riesgo de triquinosis, que en realidad es secundario si se cocina bien. Sin embargo en los paises húmedos de la Europa fría el cerdo se cría casi por sí solo. Con las pocas sobras de la casa ya aguanta los peores días del año y el resto, él solo se busca la vida comiendo las bellotas, castañas, cereales o raíces que encuentra por los bosques.

De esta forma es lógico que un mismo animal, según en qué región, sea considerado sagrado o maldito en función de su rentabilidad a la comunidad que lo cría.

Por el contrario ovejas y cabras son rumiantes que se alimentan de arbustos, rastrojos, hojarasca, paja o hierbajos, por lo que no compiten con la alimentación humana (los hombres no podemos sintetizar la celulosa y por tanto no podemos comer estos productos) y sí a cambio entregan a la tribu que los cuida, leche, lana, cuero, además, su propia carne.

¿Porqué entonces los cristianos, comunidad eminentemente mediterránea, comemos cerdo y hasta se utilizó esta en la España medieval (entendiendo como tal, el macabro periódo que sucedió a la expulsión de los árabes y judíos) como signo de nobleza cristiana?Aquí está la madre del cordero.

El cristianismo mantuvo las normas alimentarias del Levítico, al igual que el resto de las comunidades hebreas, hasta principios del siglo VIº en que, a raíz de la conversión al cristianismo de Clovis, rey de los francos (en España se suele traducir por Clodovico) y poco a poco del resto de los reyes godos, visigodos y demás bárbaros, estos, de origen centro europeo y por tanto consumidores a ultranza de cerdo, exigieron de su nueva religión, la aceptación de dicha carne como buena, demanda que fue satisfecha sin miramientos por la autoridad papal con tal de mantener bajo su jurisdicción la practica totalidad del continente por ellos conquistada.

El tema es largo, tanto como para escribir un libro, pero no se asusten, la semana que viene daremos la solución al enigma.

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Escrito por el (actualizado: 25/06/2014)