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Toro de lidia

Antiguo cartel de corrida de toros en Pamplona
 
Antiguo cartel de corrida de toros en Pamplona
Diario El Comercio año 1997.

Si el tiempo no lo impide, y con la debida autorización gubernativa, esta tarde se lidiarán y estoquearán seis toros de Doña María Lourdes Martinez de Perez-Tabernero, por los diestros Litri, Jesulín y El Tato, unos tres mil kilos de carne que hace cincuenta años hubiesen servido para dar de comer ese día a medio Gijón, y que hoy seguramente serán destinados para pienso animal.

No es que esta carne sea precísamente la más agradable, sobre todo después de una lidia durante la cual el animal segrega tal cantidad de ácido láctico que en caso de ser indultado quedaría practicamente invalido durante un par de días por agujetas, y, por descontado, porque donde esté un buen cebón asturiano, que se quiten otras carnes.

Yo me atrevería incluso a llevar la contrario a D. Julio Camba cuando comparaba el ganado español a un mitin de obreros hambrientos, frente a los Durhams y Herefors, que asemejaban a la reunión de un cabildo.

Evidentemente han pasado muchos años, y afortunadamente no ha sido en balde, porque nuestras carnes de culón asturiano son hoy tan rollizas como las que soñaba obtener Bakewell, sin embargo comerse el rabo de un Mihura, recién lidiado en la Maestranza, tiene un encanto especial, un cierto morbo inconfesable, un halo de magia y misterio, que no se debe intentar explicar racionalmente.

Y es que la tradición de comer toro de lidia tiene ciertos rasgos atávicos, algo de hombre de las cavernas, un brote profundo del animal carnicero que ha disfrutado del duro deporte de la lucha, y que tras la orgía de sangre y dolor, se regala devorando las carnes tibias de su presa.

Es brutal y salvaje, pero al menos no es hipócrita. Cualquier jainista, o hasta un simple vegetariano, podrían decir que el hombre debe estar por encima de la bestia, y descalificar las corridas de toros y el consumo de carne.
Absolutamente respetable.
Lo que ya no es de recibo es que lo haga esa niña mona que por estar a la última, llama retrogrados a los taurófilos, mientras se come una hamburguesa, un sandwich mixto, o un perrito caliente.

Detrás de cada Whopper y de cada Hot-dog, también hubo un animal, solo que este quizás no llegase a ver nunca la luz del sol, ni ha oler el rocío de las mañanas, ni a saber que existía un mundo de ríos y montañas fuera de su cubil, porque su fin era solo producir carne al menor precio posible.
Pero como envuelto en un envase de colores no se ve nada que recuerde de que está hecho, pues al coleto.
Ojos que no ven, filetazo que te aprietas.

Siempre recuerdo los consejos de nuestro catedrático de anatomía cuando nos insistía en defender al toro de lidia tal cual existe hoy en España, ya que es una especie única en el mundo, una reliquia viva del pasado que disfruta de la semilibertad de las dehesas, y que sin el espectáculo de la feria, desparecería en apenas un par de lustros.

Quizás menos, porque su cría es tan cara, que a pesar de los precios desorbitados que se pagan por su lidia, los ganaderos de bravo son unos románticos que mantienen la profesión por casta, no por rentabilidad.

No se sí Don Rafael seguirá vivo, regalando como hacía antaño algunas entradas de San Isidro a sus alumnos internos para sembrar la afición taurina entre las nuevas generaciones de veterinarios, pero desde estas páginas recuerdo sus enseñanzas, y si este artículo llega a sus manos, verá que sus espigas han enraizado bien, y que desde cualquier profesión se puede luchar por conservar la tradición del toro de lidia.
Lo del show, ya es otro cantar.

Pueden ver recetas como la del Rabo de toro al oloroso en la sección de Recetas de casquería.

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Escrito por el (actualizado: 30/04/2014)