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Oricios, el marisco de Gijón

Oricio crudo
 
Oricio crudo

Diario El Comercio año 1996

Como el tema de este fin de semana va a ser obligádamente el espinoso asunto de estas beligerantes elecciones, he pensado que, para estar a tono con las circunstancias, lo mejor sería hablar de los oricios, animalitos que sin llegar a ser tan ponzoñozosos como los políticos, su aspecto externo recuerda las imágenes de esta pasada campaña.

Y si los caminos de la política son inescrutables, a veces los de la gastronomía lo son aun más, como es el caso de los oricios ya que, a pesar de la distancia que nos separa de Francia, en Gijón estos equinodermos son de los mariscos más apreciados y populares en chigres y sidrerías.

Oricios o erizos de mar abiertosNuestros vecinos cantábricos ni los prueban y si en Galicia se están recogiendo a gran escala, es exclusivamente para venderlos en Asturias porque para ellos no pasan de ser comida para pulpos.

En Cantabria ya ni los recogen y en el País Vasco, por clara influencia del país vecino, participan en la alta cocina aunque no se consumen como tal marisco.

En el otro area de influencia francesa, en la costa brava catalana, los oricios también son príncipes con voz propia.

Tanto crudos como cocidos o gratinados, estos primitivos seres ocupan puesto de privilegio en las más distinguidas cartas de Cataluña.

Los oricios gratinados de El Dorado Petit y de El Bulli tienen merecida fama internacional y algunos pueblos de Gerona, sobre todo en la bahía de Rosas, presumen de tener los mejores ejemplares de la costa.

¿De donde nos llega entonces la tradición?

Porque es evidente es que a diferencia de las tentadoras manzanas, el primer humano que se comió un oricio debió echarle mucho valor.

Sin embargo, una vez vencida la primera sensación de temor y repulsa, cuando sentimos como las bermejas huevas se esparcen por el paladar, no creo que haya otro animal que pueda sintetizar mejor en su interior todos los aromas marinos a yodo, a ocle, a olas, incluso a misterio abisal.

A pesar de ser de Villagarcía de Arosa, el genial Julio Camba nos contaba en su Casa de Lúculo: “El erizo es un extracto de mar, un hálito de borrascas, una esencia de tempestades. Al primero que uno se toma, la boca no se le hace simplemente agua: se le hace agua de mar con todos los olores y sabores marinos. Y después de tomarse quince o veinte docenas-porque el tomar ese marisco no es comer ni beber, sino respirar en pleno Océano- la langosta le sabrá a uno a galápago y las mejores almejas a neumático de automóvil”.

Conviene aclarar que Julio Camba era intimo amigo de D. Melquiades Alvarez con quien compartía frecuentemente mesa en su casa de Somió y sin duda fue antes de alguna de esas fabadas, que según él casi le cuestan la vida, cuando fue iniciado en el rito del oricio.

Porque para comer oricios hay que respetar un cierto ceremonial.

Cuando vivía en Castropol, uno de mis mayores placeres era bajar a los pedreros de Penarronda o Santa Gadea con un gancho, una cucharilla y una botella de albariño y mientras iba cogiendo oricios para la merienda, entre cubo y cubo, paraba, hacía un descanso y me zampaba allí mismo unos cuantos, en su propio elemento, escuchando esos rugidos con que el Cantábrico amenaza a quien le desafía y que los sufridos oricios conservan en sus entrañas.

Historia de una conserva 

Pero tampoco hace falta jugarse la vida entre risco y risco para disfrutar de unos buenos ejemplares porque este es uno de esos pocos productos que en conserva son también deliciosos.

La historia de su envasado surgió hace medio siglo cuando, trás una formidable marea, a la familia Barrio le trajeron un montón de sacos de oricios de excelente calidad.

A D. Armando le dió pena tirarlos porque eran excelentes y ya que su oficio era el de conservero, pues hizo la prueba y meses más tarde comprobó como se mantenían en perfecto estado.

Durante cuarenta años mantuvo la tradición de embotar cada año unos cuantos sacos para familiares y amigos hasta que en el 89 tuvo que iniciar su comercialización porque ya le resultaba imposible mantener aquel secreto a voces y desde entonces el pomposamente llamado Caviar de Oricios, es una de las más emblemáticas conservas de élite de Asturias.

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Escrito por el (actualizado: 20/11/2013)