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Los salmones, sus ríos y los turistas

Salmón lacado
 
Salmón lacado
Publicado solo en gallego en el libro A Cociña da primavera,
 

Y ya que estamos viendo como algunos recursos que fueron típicos de nuestras provincias cantábricas hasta hace bien pocos lustros han sido dinamitados por nuestros ilustres e iluminados señores políticos, pues vamos a estudiar un fenómeno digno de toda una obra: los ríos como medio de vida desde la cultura de los castros hasta casi el siglo XXI.

Hay varios paises desarrollados como Canadá o Escocia que están explotando turísticamente sus ríos con gran éxito. No hay que ser un lince para saber como hacerlo, basta con copiarles, pero si muy torpe para no comprender la riqueza que eso supone para una región que necesita ofrecer recursos turísticos para poder sobrevivir: puestos de trabajo directos como guardarrios, gancheros, cuidadores de los puestos, ocupación hostelera fuera de la temporada veraniega, tiendas de accesorios deportivos, etc.

En España las autoridades han prohibido el comercio de salmónidos salvajes para así proteger la práctica deportiva de la pesca, bueno...

Desde el punto de vista gastronómico nos han hecho la puñeta porque ya no podemos disfrutar de esas truchas de un palmo que nos describía tan tiernamente D. Alvaro Cunqueiro, pero en fin, todo sea por bien de la ecología.

Ahora bien, si los señores de la Administración hablan de potenciar el turismo y proteger el ecosistema ¿porqué no limpian las riberas de los ríos para que los pescadores podamos disfrutar de todo su encanto, en vez de tener que jugarnos la vida con un tétanos o una peste, andando entre ratas en un auténtico basurero urbano, lleno de latas, plásticos y demás inmundicias?

¿Porqué no vigilan los vertederos ilegales que hay detrás de cada barucho situado junto a un río?

¿Porqué no exigen a todos los ayuntamientos que tengan una central depuradora de residuos en vez de permitirles que realicen impunemente vertidos directos, no solo de aguas fecales, si no hasta de desechos industriales?

¿Es menos urgente eso que el problema del furtivismo?

¿Acaso son los furtivos los causantes de la contaminación de los ríos, de las enfermedades de los salmones y reos, de la eutrofización de las algas que están ahogando nuestros ríos o del vergonzoso y repugnante estado de nuestras riberas?

Yo conozco muchos de esos ribereños que se ganaban unos duros vendiendo un cesto de truchas al bar de la esquina y les aseguro que solo los vertidos de un año de la fábrica de esmaltados metálicos de Rio Torto, ha esquilmado más río que todos los furtivos que hayan vivido en Galicia en lo que va de siglo.

Y este es solo un ejemplo de uno de los ríos considerados hasta hace poco como uno de los más limpios de España, el Eo, hoy desgraciadamente en imparable decadencia.

Claro que limpiar ríos cuesta dinero y sin embargo poner multas a los restauradores es muy rentable, de modo que aunque la pesca fluvial pudiese ser una importante fuente de ingresos para Asturias, Cantábria, Galicia, o Vascongadas, como lo más acuciante es sacar cuartos cuanto antes y de donde sea, pues adiós a nuestras truchinas de a palmo, a nuestros plateados príncipes y a toda esa exquisita gastronomía.

En este tomo daré recetas para cocinar estos pescados porque con la ayuda de Dios, algún día toda esta camada de políticos impresentables que está destrozando nuestra riqueza natural, habrá desaparecido y quizás lleguen algunos hombres de buena voluntad que deseen recuperar las cosas buenas de esa España que sobrevivió durante milenios las más atroces invasiones y que ahora está a punto de sucumbir a causa de la codicia de sus propios hijos.

Si los bosques han sido masacrados en beneficio de la especulación papelerala y la costa salvajemente colonizada sin el menor control medio ambiental, paisajístico, urbanístico, ecológico, ni de sentido común, quizás sea el momento de salvar lo poco que nos queda de hermoso.

Los ríos son una riqueza que el hombre ha adorado desde que era primate.

Ahora parece que incluso estorban.

Hace algunos días, yendo de Gijón a Luarca, iba disfrutando del maravilloso paisaje que brinda la nueva carretera y de la comodidad de poder llegar desde el Centro hasta el Oeste asturiano en poco más de una hora, aventura que hasta hace unos años suponía cuatro o cinco de auténtico calvario. Pero de pronto me asusté, comprendí que el hombre había desafiado a la naturaleza y la había vencido, porque en una de las comunidades más agrestes del mundo, el hombre ya podía circular a velocidades de vertigo sin apenas necesitar saber conducir.

Seguí hasta Vigo bajando por la autopista y podría asegurar que la casi totalidad de usuarios que pasaban por ella no recordaban que hasta apenas un lustro ese mismo recorrido era un infierno que duraba horas y horas entre curvas y precipícios.

El hombre ha asumido con tal indiferencia su supremacía sobre la naturaleza que apenas si comprende la magnitud de tal disparate, sobre todo si se tiene en cuenta que esto ha sucedido en apenas un cuarto de siglo y que el humanismo apenas si ha avanzado desde las grandes escuelas griegas.

¿No habría que pararse a pensar un poco en todo lo que tenemos antes de querer conseguir más y más?

Cuando me mudé de casa la primera vez, al abrir los paquetes de la mudanza quedé asombrado de la espeluznante cantidad de cosas que tenía y no utilizaba.

Hace unos días salió una noticia de un individuo que había recopilado toda la publicidad recibida en un año y había hecho los cálculos necesarios para evaluar la cantidad de arboles habían sido abatidos para imprimir unos panfletos cuyo único destino es la papelera.

El día de mi cumpleaños, el primero de mayo, a mi me gusta sentarme a la orilla de un río y recordar el cuento de Shidarta. Escuchar el murmullo incansable del agua. Ver la interminable película de sus caprichosas formas cuando peina una piedra. Sentir en la piel su fría suavidad hasta que los tobillos apenas si notan. Oler su vivificante aroma de agua limpia. ¿Quien dijo que el agua no olía?

Cada vez son más las personas que comprenden que estamos llevando una vida de locos. Que algo tan sencillo como dar un paseo por un camino, sin necesidad de hacer treeking o footing o como demonios se llamen esas esquizofrenias urbanas, es tan gratificante que nos devuelve el sentido de la vida. Ver como lo que hasta hace poco era habitual, caminar por un sendero, ahora solo se puede hacer como un deporte porque para ir cada día al trabajo hay una superautopista en la que no se oyen los pajaros, ni se huele la yerba mojada.

Nuestros ríos pueden ser un remanso de paz para las fatigadas mentes de este final de milenio.

Los pobres japoneses han inventado unas salas en las que los sufridos habitantes de Tokio se sientan en una butaca y reciben estímulos olfativos, táctiles, auditivos y visuales mediante un sofisticado sistema coordinado por un ordenador que registra sus constantes vitales y modifica los estímulos hasta regular y estabilizar el organismo para poder sobrellevar la estresante vida urbana.

¿Es eso progreso?

A mi me parece una majadería.

Quizás en su filosofía oriental en la que se considera al individuo como una simple pieza de la maquinaria que necesita el emperador para llevar a cabo su sagrada empresa, ese sacrificio sea comprensible. En la filosofía occidental, no.

Los europeos queremos disfrutar de la vida.

Hacer autopistas para poder llegar tranquilamente de Coruña a Vigo está bien porque las carreteras son peligrosas, pero si a cada lado de la vía solo hay basureros, chabolismo vergonzante y ciudades dantescas, entonces quizás sería mejor volver a los caminos y viajar a caballo disfrutando de cada paso.

No se puede dar marcha atrás, sería una falacia, pero sí se pueden remediar muchas atrocidades.

El turismo del año 2000 no querrá fastuosas urbanizaciones ni macrocomplejos hoteleros, querrá poder sentarse al borde de un río y escuchar la misteriosa canción que cuenta como un día estuvo a punto de desaparecer porque unos desaprensivos consideraron que era más práctico entubarlo y hacerlo desaparecer bajo una fábrica de esmaltados metálicos.

Los turistas del año 2000 querrán pasear por una sencilla vereda junto al río, olvidando que cada día tienen que sufrir la alienante autopista, y los pueblos que hayan limpiado sus riberas y logrado que esos mismos avances tecnológicos que estuvieron a punto de sacrificar sus ríos ahora sirven para protegerlos, serán los que reciban el beneficio del turismo.

La crisis de los noventa nos ha demostrado como la gran industria es una trampa social de la que los políticos se han servido para hacer demagogia de creación de empleo y para enriquecerse con la filosofía del pelotazo.

Ya sabemos que esas fábricas de coches que prometían ser la panacea económica, solo han destruido hogares e invadido de miseria los pueblos que confiaron en ellas.

Galicia podría ser el país de los diez mil que describía Cunqueiro, y Asturias y Cantabria, la Suiza española. Si los políticos se dedicasen a limpiarlos, protegerlos y promocionarlos, no haría falta gastarse cientos de millones en anunciar el Xacobeo, y así también los gastrónomos podríamos disfrutar de unas buenas truchinas de a palmo, de plateados salmones comidos a la sombra de una higuera, o simplemente de poder sentarnos a comer una empanada de anguilas a la orilla del Eo, sin tener que ver ratas gigantes, plásticos colgados de las ramas, neumáticos mugrientos, lavadoras descuartizadas, bidones de detergente, condones usados, latas, botellas, cartones, cajas, o peor aun, cientos de peces muertos flotando por la contaminación de una fabrica de esmaltados metálicos del Rio Torto.

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Escrito por el (actualizado: 31/07/2015)