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Sucedáneos de marisco

Sushi de surimi
 
Sushi de surimi

Publicado en el diario El Progreso, año 1992.
 

Desde que la gastronomía, o mejor dicho la glotonería, ha traspasado el umbral de las casas señoriales y ha dejado de ser patrimonio exclusivo de las clases sociales privilegiadas, algo de lo que yo personalmente me alegro mucho y me siento orgulloso de vivir en un mundo con cada vez menos diferencias avergonzantes, el hombre de la calle ha buscado poder consumir aquellos artículos que ostentaban el mito aristocrático de inaccesibles al pueblo, quizás por curiosidad, quizás por jactarse ante sus semejantes de haber sido capaz de acceder a un nivel de consumo que hasta el momento consideraba prohibido.

Este afán de querer aparentar lo que no se es, aquel estrato social que mi madre tan bien definía como los "quiero y no puedo", ha llevado a florecer una nueva industria alimenticia que yo definiría como "delicatessen para horteras".

La cosa empezó con el caviar, aquellas pelotitas negras que nadie había probado pero que decían que eran muy "chic" aunque supiesen a rayos, y así hubo empresas que llegaron a convertirse en superpotencias de la alimentación multinacional, envasando huevas de diversos pescados que en nada se parecían al caviar, pero que servían para adornar los canapés de los guateques de unos individuos que despreciaban por plebeyas las deliciosas huevas frescas que vendían en la pescadería de la esquina, pero que sin embargo pagaban cien veces más por aquella porquería enlatada, aunque para tragarla tuviesen que taparse la nariz.

Luego vinieron una avalancha de engendros cuya morfología recordaba a algún producto de élite hasta llegar al colmo de los colmos, que fue el sucedáneo de cangrejo de lata, algo que supera lo concebible.

La última parida de esta industria es el sucedáneo de las angulas.

Hace algunos años un aventurado compañero de la prensa gastronómica se aventuró a decir que las angulas no sabían a nada y que todo consistía en un esnobismo con sabor a ajo y aceite, aquello despertó la imaginación de un listo y de pronto: ¡Eureka!, había encontrado el filón, clonar angulas y vender residuos de pescado a precio de langosta.

La polémica está servida.

Un consejo de cuando yo era estudiante, si se cuecen espaguetis y estando "al dente" se enfrían con agua helada y luego se preparan como las angulas, tampoco saben a nada más que a aceite y ajo, pero al menos es un sucedáneo simpático, original y a un precio de verdad asequible.

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Escrito por el (actualizado: 26/04/2015)