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Asturias, viaje al Oriente

 
Revista Viandar, año 1999

Hace muchos años, cuando mi abuelo y otros indianos volvían de hacer fortuna en las américas, al aproximarse los vapores a la costa después de varias semanas de travesía, lo primero que divisaban era un colosal macizo de montes nevados, y decían: «Ahí están ya los Picos de Europa».

Hoy las referencias han cambiado, y aunque para los amantes de la mar, de vuelta de algún crucero por el golfo de Gascuña, como dicen los galos, ver esa fastuosa mole sigue siendo un espectaculo majestuoso, la región de Picos es para la gran mayoría un atractivo turístico, ese Paraiso Natural que anuncia la Consejería de Servicios.

Pero aún hay mas, porque también es un pequeño santuario gastronómico, un reducto aislado del resto mundo, donde aun se siega con guadaña, se abonan los huertos con «cuchu», y a los recién nacidos se le da un «didau» de Cabrales para que cojan el pecho con mas ganas.

No les vamos a indicar un recorrido de guiris, porque para eso hay muchas y excelentes guías si no rinconinos mágicos, para que, a su libre albedrío, ese fin de semana que vengan por nuestra tierra, se sientan como si en ella se hubiesen criado (conviene recoger algunos folletos en la oficina de Turismo de Cangas de Onís, porque entre las explicaciones que yo les dé, y los planos del MOPU, pueden terminar en el manicomio. Además estos panfletos contienen extensa información para los aficionados al barranquismo, escalada, espeleología, kayac, mountain bike, quads, senderismo, trekking, o cualquier otra moderna y saludable forma de masoquismo).


El acceso mas civilizado para entrar en Asturias es por la autopista del Huerna. Funcional, segura, colosal, fastuosa, espectacular, pero autopista al fin y al cabo.
La opción opuesta es la del desfiladero de Los Beyos, también conocida como la carretera del Pontón, y donde aún se puede sentir toda la emoción de los antiguos viajes.
Conviene tomársela con calma, como el viaje a Itaca, porque si bien el destino no les defraudará como le sucediese a Ulises al alcanzar la yerma isla jónica, meterse en este berenjenal solo se justifica si se va a disfrutar del recorrido.
Antes de llegar al puerto del Pontón, procedentes de cualquier punto de la meseta, ya habremos machacado unos cuantos carretes de fotos intentando infructuosamente encapsular la belleza de los riscos reflejándose en las heladas aguas del embalse de Riaño, pero al llegar al citado collado, lo mejor es guardar cámaras de video, fotos, o demás artilugios electrónicos, para centrar todos nuestros sentidos en asimilar la brutal belleza de un cañón que nos bajará de los 1290 metros de altitud, a prácticamente el nivel del mar, en apenas cuarenta kilómetros.
Cada curva es una postal, y como en sesenta kilómetros solo hay una recta de apenas cien metros, pues ya se pueden hacer idea de lo que les espera.
Cruzar el desfiladero es toda una experiencia, sobre todo para los gordos, que tenemos la sensación de casi tener que hacerlo de perfil.
Poco a poco el picu Cabronero irá creciendo hasta convertirse en una impresionante mole, y cuando ya lo dejemos atrás por la derecha, veremos que a la izquierda, cruzando el Sella por el puente de Vidosa, sale la carretera para Ponga (Beleño), una excursión muy recomendable para los visitantes con aficiones montunas, y donde aún podemos encontrar artesanos de la madera, y pequeñas queserías.
Apenas cuatro kilómetros mas allá, a la derecha, sale la carreterina de Amieva, un delicioso recorrido en el que en apenas tres o cuatro kilómetros nos podremos haber jugado la vida diez o doce veces para alcanzar uno de los nombres míticos en la producción del queso de Cabrales.
Menos espectacular, pero mas reconfortante, es seguir hasta Santillán y parar en la tiendona de Maruja la madre de Adolfo, el dueño del pub El Tenderete de Cangas y experto guía de montaña, y si es hora prudente, que sin duda lo será, pedirle que nos fría unos filetes, con chorizos, huevos y patatas (todo casero), lo que, regado con buena sidra, puede ser una mas que recomendable primera toma de contacto con el terruño.
A partir de ahí la vida tomará otro color.
Las curvas parecerán rectas, el río saltará con menos furia, el valle se abrirá para dejar entrar la luz en la vega, y todo el paisaje se relajará para acogernos maternalmente.
Antes de llegar a Tornín pasaremos sobre la mecedura del Dobra, uno de los ríos mas limpios de Asturias, y consecuentemente de España.¿Qué digo? de Europa. ¡Del mundo!
Ya casi en Cangas, pasamos por Caño, donde está la famosa salmonera en que nuestro invicto caudillo acostumbraba a pescar sosegadamente cientos de salmones, rodeado de miles de guardias civiles.
Merece la pena pararse y bajar hasta las posturas para escuchar el río. Siempre tiene maravillosas historias que contarnos.
Con la ropa ya en los armarios de cualquiera de los hoteles recomendados, y la cabeza funcionando al relajado ritmo de la zona, encaramos el apetecible compromiso de la cena.
Por lo fino, está el Corral del Indianu, un sofisticado joven artista de los fogones que trae de cabeza a media España con sus vanguardistas creaciones.
En el polo opuesto, el chigre mas anárquico del planeta, pero donde podremos probar los pescados a la plancha mas fascinantes que jamás recordemos: La Parrilla. Un día Abel nos dijo: «No puedo ponervos roballices porque están recién pescaes, y comu entovía están muy nervioses, rómpense si se ponen al fuegu». Y claro, comimos sapinos.
No sé si será pasión canguesa, pero juraría que el asturiano de por aquí, es el mas cachondo y cantarín de todo el Principado, así que dar una vuelta nocturna por los pubs de la primera capital de la España cristiana, puede resultar simpático.
Al día siguiente, tanto si el día está despejado como si no, debemos atacar la aventura cabraliega.
Como nos pilla de paso, pararemos en Covadonga a pedir novia (o novio, según sean nuestros gustos), porque la verdad es que el Real Sitio tiene mucha magia (tengo un hermano masón, que cada vez que inicia un nuevo negocio, se encomienda a la Santina, y por como le van las cosas, parece que el invento funciona).
El camino hasta Carreña tiene tela, pero tomado con calma, es todo un espectáculo.

Desde Poo, y si las nubes lo permiten, haremos esa foto que todo el mundo tiene del Naranjo de Bulnes, o pasamos de todo y nos metemos entre pecho y espalda unos pinchos de queso, por aquello del qué dirán.
Una vez en Arenas, y en lo que queda de mañana, podemos visitar alguna de las numerosas cuevas donde se maduran los quesos, subir a pié hasta la Collada de Pandébano y a la Vega de Urriello, hacer la Garganta del Cares, y escalar el Torre Cerredo, pero contando con estar de vuelta antes de las dos, porque el camino desde Cabrales hasta Las Mestas de Ardisana, por el Alto de la Rebollada y el Ríu Les Cabres, es complicado, y la fabada de verdinas con el compango de maíz, no puede esperar.

Se trata de una variante de la fabada tradicional llanisca, que va con pantruque, una especie de pelota del cocido madrileño pero a base de harina de maíz, y con morcilla también amasada con este grano, pero en la que les fabes son reemplazadas por verdinas, unas diminutas alubias de color verdoso, tan finas y sabrosas, que podemos repetir plato tras plato, hasta la lipotimia.
Para volver a la vida de una forma dulce, la melancólica contemplación de las innumerables playas del concejo de Llanes es una buena idea.
Incluso los mas intrépidos deben subir hasta el golf de Andrín, sin duda el campo que ofrece las mas fascinantes vistas de toda España.
En Porrua, un precioso pueblín llanisco, hay un aguacatero centenario, y así, como quién no quiere la cosa, entre pelotas y aguacates, pues ya de paso, nos merendamos unos percebes en Casa Tista, que como él bien dice: «No hay mas que bajar a cogerlos a la huerta, que para eso está junto a la casa».

Si somos viajantes mas pacíficos, o si nos hemos levantado tarde (las noches canguesas tienen mucho peligro), haremos una sesión golosa vermut en La Sifonería, donde Celsín, un encantador anfitrión y buen conocedor de todas las excursiones a pie que se pueden hacer en Asturias, nos regalará el estómago con su buena selección de quesos artesanos y cecina leonesa, y hasta con un poco de suerte, o mejor dicho, con bastante fortuna, probaremos los deliciosos pastelillos de hojaldre con bonito que Santi cuece a eso de las once, en la vecina confitería Peña Santa (lo mejor es el día antes encargar algunas docenas, y degustarlos con una sidra en la terraza de Celso. Son buenos amigos, así que no hay problema).
Ya contentos con el aperitivo, relajadamente optaremos por dos opciones tentadoras: una, subir hasta el puerto de la Salgar para probar la espectacular cocina de Nacho Manzano (este año recibió su primera estrella Michelín y está que lo rompe), y la otra, optar por la terraza jardín de La Palmera. Aunque no se lo crean, en Asturias hay muchos días al año en que se puede comer al aire libre.
Cualquiera de los dos menús será lo suficientemente tentador como para exigir una reposada sobremesa, durante la cual se impone disfrutar de un brandy de sidra de la riosellana destilería Los Serranos, una copa que se situa en el origen histórico de los calvados normandos.

Si nuestro fin de semana coincide con algún domingo, cosa bastante frecuente, es preceptivo acudir al mercado de Cangas, no para comprar los quesos que allí se venden, que son para pardillos veraneantes, pero sí para ver toda un fiesta rural.
Si queremos comprar algo lo mejor es ir a La Barata, una antigua tiendona canguesa, recientemente restaurada, y donde, con las debidas garantías de elaboración y conservación, encontraremos quesos, embutidos, sidra, madreñes y hastalas escasas verdinas llaniscas.
Y si ese mismo día volvemos a casa, hay que pasar por la carnicería de Servando para comprar unos boronchos, que son una especie de morcilla sin embutir, amasada con harina de maíz (antes podemos probarlos en las sidrerías de El Molín de la Pedrera o Los Arcos, que los hacen muy bien, rustidinos por fuera y jugosos por dentro, y así sabremos si nos gustan). De paso, si está Moncho (le pueden decir que van de mi parte), le pueden preguntar que tal está el Gamoneu, mi queso preferido, y si les da garantía, no se priven de hacer acopio. Nunca lo olvidarán.

Y hablando de boronchos hay que matizar entre los de sangre, también llamados fariñones, emberzaos, pantrucus, maizones, y de otras mil formas según el pueblo, y el boronchu preñao, o boroña preñada, una de las mas fastuosas salvajadas gastronómicas que el ser humano haya podido concebir.
Consiste en rellenar una lata de membrillo (ya saben, de aquellas antiguas de hojalata que contenían cinco kilos de dulce), con masa de harina de maíz. A continuación se introducen abundantes golosinas, a saber: chorizos, lacón, panceta, costilleta, y un huevo, que no aporta nada, pero que se lo come quién primero lo encuentra, y hace ilusión. Se tapa todo con mas masa, y se deja toda la noche cocer suavemente al amor del llar, para que la grasa del gochu impregne bien la borona.
A la mañana siguiente, toda la casa y hasta la aldea, huelen a boronchu, y cuando este se abre (se recorta la tapa como a una torta del Casar para ir sacando piezas de compango y tacos de borona), comienza una de las fiestas mas inconfesables que ningún gastrónomo pueda concebir. Es una monstruosidad muy dificil de conseguir, pero si se lo pedimos a Antón, el director del hotel Los Lagos, seguro que nos busca alguna paisana (el bar de Cirueñu) que acceda a prepararnos uno para comerlo al borde del río (cuando un servidor de ustedes sobrevivía en Madrid, en varias ocasiones intenté llevar alguno a casa, pero desprende tan voluptuoso perfume por todo el coche, que ninguno llegó sano a su destino).

Me gustaría poder hablarles de las sabrosas anguilas de Caño fritas con ajitos, de las delicadas angulas de Ribadesella, de los dulces arbejos de junio con jamón del Llagar de Juan, de las terribles langostas de Eutimio en Lastres, o del helado Peña Santa que aun se hace en Llanes, pero el jefe piensa que a estas alturas ya estaremos bien fartucus, y que algo hay que dejar para una próxima entrega, les aseguro que el rincón da para mucho mas, así que hasta la próxima excursión.
 

Restaurantes del Oriente 

Casa Marcial
33549 La Salgar - Parres
Tel.:985 84 09 91
Cuando el viajero llega al puerto de La Salgar, tres casas y un horreo, lo que menos se puede imaginar es que tras una humilde fachada, va a encontrar un cuidado comedor, y una de las mejores y mas avanzadas cocinas de todo el noroeste de España. El joven Nacho es un auténtico virtuoso en la concepción de sabores, ya que sabe realzar las excelentes materias primas de la zona, con atrevidas combinaciones, como su ya famosa lubina con hongos, o la ensalada de alcachofas con almejas y su gelatina.

Casa Xicu
Mestas de Ardisana
Llanes
Cualquier parecido con un restaurante es pura coincidencia, y de hecho el negocio en sí es una tienda estanco, pero con un poco de mano izquierda y contando por teléfono alguna mentira piadosa, igual podemos convencer a Aurina para que al día siguiente nos prepare una de sus fastuosas fabadas de verdinas. Seguro que nos hará alguna proposición deshonesta, como las cebollas rellenas, el cabrito con patatatinos, o unos tortos con chorizos. No importa, podemos aceptarlo porque como dice Juan Manuel: Aquí menos el tabaco y el vino todo es casero, pero sobre todo, que no falten las verdinas. ¡Ojo! Intentarán convercerles para que prueben su sidra, pero es realmente lamentable.

Covadonga
Pza. de la Iglesia
33570 Panes
Merodeando por los barines de las aldeas, se pueden comer unos formidables huevos fritos con chorizo casero y tortos de maíz, o meter la pata y cargarse la comida. Esta casa es una solución, sin aspavientos, pero con garantía de calidad y honradez.

El Corral del Indianu
Av. de Europa, 14
33540 Arriondas
Tel.:985 84 10 72
Forma parte del cuarteto de jóvenes cocineros que han revolucionado la gastronomía asturiana. Sus creaciones, rabiosamente vanguardistas, recrean un nuevo panorama de sabores con los excelentes productos de la zona. El local, impecablemente decorado y cuidado, nos traslada por unos instantes al mas sofisticado comedor postmodernista de una gran ciudad. Gran selección de vinos de Alta Expresión.

El Jornu
33509 Pancar - Llanes
Telf: 985 40 16 15
A escasos kilómetros de la villa, Elías selecciona los mejores pescados y mariscos del concejo de Llanes, y además sabe cocinarlos con todo su sabor y magia. Con buen tiempo tiene un comedor aereo muy agradable.

El Molín de la Pedrera
Bernabé Pendás, 1
33510 Cangas de Onís
Tel.: 985 84 91 09
Si queremos probar las tapas clásicas de la zona, en un ambiente relajado pero confortable, este el lugar mas indicado. Es el mesón de moda, así que habrá ruido.

El Pagadín
El Pando
33566 Ribadesella.
Tel.:985 92 83 23
Es el comedor mas mono de la zona. Su cocina no reviste mayor interés, aunque es correcta y aseada, pero las instalaciones, en un moderno chalet muy bien decorado (José Luis es pintor), y sobre todo las impresionantes vistas, justifican su presencia en esta página.

La Palmera
Glorieta de Soto de Cangas
33589 Cangas de Onís
Tel.:985 94 00 96
En la vorágine fabadera del camino a Covadonga, esta casa es un oasis donde se sirven delicias tan sofisticadas como Manos de cerdo rellenas de mollejas a la reducción del tinto de Somontano. Con buen tiempo el jardín es una delicia, y la carta de vinos sorprende por su extremada selección.

La Parrilla
Palacio valdés, 33
33560 Ribadesella
Tel.: 985 86 02 88
Probablemente se trate del servicio mas anárquico del Principado, y a muchas personas le desagradrá comer sobre mantel de papel, pero aún no he conocido a nadie que, después de probar sus pescados a la plancha, no se haya enamorado de esta casa. Es muy dificil conseguir mesa, así que conviene reservar.

Los Arcos
Av. Covadonga, 17
33510 Cangas de Onís
Tlf: 985 84 87 61
A pesar de su aspecto de hotel para grupos, este comedor cuida todos los detalles al máximo, y, Ramonín Celorio, uno de los cocineros mas laureados de Asturias, nos puede sorprender con un tartar de ostras con tomate a la labahaca fresca, antes de entarle a la tradicional fabada. Merece la pena probar su carne de vaca casina de los lagos, un bocado muy dificil de encontrar, incluso en la zona. Bodega de excepción.

Hoteles  

Palacio de Cutre
La Goleta s/n
33583 Villamayor - Piloña
Villamayor es algo así como la puerta del Oriente, ya que da paso a Picos entrando por lo suave a través de Arriondas, o ya a saco por la carreterina de Beleño. Pero también se puede elegir el itinerio de la costa, por lo que quedarse en este formidable palacio, exquisitamente rehabilitado hace pocos años, puede ser una buena estrategia.

La Posada de Babel
33509 La Pereda - Llanes
Generalmente hablamos de Llanes por sus playas (realmente es una costa indescriptible), pero olvidamos que cruzando por la carretera del rio de les cabres (completamente reformada), en apenas veinte miutos estaremos en Cabrales, el corazón de Picos, y este vanguardista hotel rural, nos puede servir de base para ir un día a jugar al golf a Andrín (merece la pena ser visitado aún sin ser jugador) y otro, a patear la senda del Cares.

Los Arcos
Av. Covadonga, 17
33510 Cangas de Onís
Cangas de Onís fue la primera capital de España al iniciarse la Reconquista, y hoy es el centro neuralgico de esta vasta comarca conocida como Picos de Europa, por lo que la mayoría de visitantes la eligen como campamento base. Para grupos grandes este hotel es una buena solución ya que sin tener el encanto de los rurales, a cambio está muy bien de instalaciones, y el trato es entrañable.

Parador de Turismo
Villanueva
A escasos kilómetros de Cangas de Onís se encuentra este fastuoso parador, el último inaugurado en España, y que se ubica dentro del que fuera uno de los mayores monasterios de Asturias. Para los amantes del lujo y de las piedras, el sitio ideal.

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Escrito por el (actualizado: 14/08/2014)