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Las Médulas, Patrimonio de la Humanidad

Ruina montium, Las Médulas, León
 
Ruina montium, Las Médulas, León
Revista Viandar, año 2000
 

Parece un contrasentido que la UNESCO haya declarado Patrimonio de la Humanidad un valle en el que se practicó la extracción de oro con métodos por los que los ecologistas del siglo XX hubieran puesto el grito en cielo, incluso lo habrían calificado como Atrocidad de la Humanidad: más de cien millones de metros cúbicos de tierra y piedras arrollados, deformando un paisaje que dos mil años después, sigue hecho unos zorros.

Montañas hechas jirones, miles de esclavos dejándose la vida para enriquecer las arcas de Roma, cauces desviados, un lago artificial formado por el efecto presa que produjeron los vertidos de lodos procedentes del lavado de mineral. En resumidas cuentas, una salvajada monumental cuya única gracia reside en la estética que ofrecen esas heridas rojas de la Madre Tierra con que la Junta de Castilla y León incita a los turistas a ir a esta zona de El Bierzo mediante las clásicas fotos turísticas.
¿Eso este el Patrimonio de la Humanidad?
Bueno pues sí y no.
Esto es lo que ve el guiri que en un fin de semana quiere conocer el prerrománico palentino, la Ruina Montium de Las Médulas, el Camino de Santiago y ponerse ciego de marisco en Rías Baixas, pero lo que hay en estas tierras es algo mucho mas profundo, mas fascinante, único en el mundo: una colosal obra de ingeniería mediante la cual el hombre condujo agua por canales horizontales a lo largo de mas de ciento cincuenta kilómetros para poner al descubierto sedimentos auríferos con los que sostener un enclave militar durante varias décadas.

No hubo esclavos ni sometimientos vergonzantes. Muertos sí, porque de aquellas gentes ya no queda uno vivo (dos mil años trabajando en el campo no hay quién los resista), pero en condiciones que para la época eran de simple trueque social.
Pero vamos a contar poco a poco como se preparó aquel jolgorio.

La historia 

Los datos que nos explicaban en el cole se basaban en los escritos de Plinio El Viejo, un historiador romano que contaba más mentiras que un político en campaña electoral, porque en la mayoría de los sitios que describía no había estado ni por asomo.

Ahora, y gracias a los trabajos arqueológicos llevados a cabo en la zona, sabemos como vivían aquellos pueblos y como se montó el zafarrancho de Las Médulas.

Hace unos dos mil años, cuando Roma invadió Hispania, al pasar por El Bierzo camino de Finisterre, vieron como en aquellos poblados castreños manipulaban con cierta soltura, notables cantidades de oro y claro, como todavía no conocían los albariños de Rías Baixas ni los pimientos asados de Prada a Tope, pues se dijeron «Tate, aquí hay que negociar con los oriundos para nos digan de donde sacan el vil metal».

Descubrieron que procedía de ciertas capas de terreno sedimentario perteneciente al periódo primario del mioceno, pero lógicamente sobre ellas había otras capas de los secundarios y terciarios y como no controlaban mucho de minería, pues decidieron lavar las capas superiores para dejar los sedimentos auríferos al descubierto.
Pero poco a poco comprobaron como, según se acercaban a los montes, las vetas se iban haciendo cada vez mas profundas y como a nadie se le había ocurrido conquistar la China para traer la formula de la pólvora con que preparar dinamita, pues decidieron hacerlo mediante energía hidráulica.

Como bien saben ustedes los ingenieros romanos eran muy hábiles, pero el día que explicaron en la escuela lo de los vasos comunicantes hicieron todos peyas, y así, en vez de poner tuberías, con lo facil que es, pues para conducir el líquido elemento de un lugar a otro se montaban unos acueductos que metían miedo.

En este caso la cosa tenía guasa porque a los encargados de la obra no se les ocurrió nada mejor que hacer un sistema de galerías mediente el cual metían agua a presión y, provocando turbulencias, comprimían el aire del culo de saco y este provocaba la explosión de toda la montaña, pero no para extraer oro, como algunos creen, sino simplemente para retirar las capas superiores y dejar los terrenos sedimentarios al aire.
Dicho así parece broma, pero el chiste estaba en que había que llevar millones de litros de agua a embalses situados a mil metros de altitud y como a cubos hubieran tardado toda la eternidad, pues lo que hicieron fue unas canalizaciones desde los montes Aquilanos y la Cabrera, hasta las piscinae o stagna, depósitos de distribución situados en lo que es hoy el mirador de Orellán: ¡mas de ciento cincuenta kilómetros de canales tallados en roca viva a pico y pala! y todo eso por no haber ido a clase el día que explicaron lo de los vasos comunicantes, hay que echarle huevos, porque de esta guisa hasta hicieron un trasvase de la cuenca del Duero a la del Sil.

Para tan magna obra llegaron a acuerdos laborales con los rústicos de la zona (llamados jurídicamente peregrini) y así organizaron una especie de concentración parcelaria en la que un valle se dedicaba a cultivar lechugas, otro a pastorear vacas, otro a fabricar herramientas para los mineros y por supuesto en el resto reventaban los montes y lavaban los aluviones descubiertos para recoger las laminillas de oro enterradas entre el barro.

La faena fue de órdago y la rentabilidad escasa, porque con todo el aparato que montaron, apenas si extrajeron cuatro toneladas de oro en casi dos siglos de currele (hay que tener en cuenta que el sistema monetario creado por Augusto se basaba en el aureus, la moneda de oro, como único patrón para todo el comercio, incluido el pago a ejércitos y administración, de ahí que cuando el siglo III se modificó el sistema económico romano, las obras de las Médulas se abandonaron, no porque se agotase el oro, si no porque ya no era imprescindible), pero bueno, gracias a aquel esfuerzo hoy podemos visitar la Ruina Montium, un soberbio espectáculo con que la Madre Naturaleza nos regala cada amanecer, mostrándonos las profundas heridas con que aquellos bestias la martirizaron durante siglos.

El descubrimiento de Tino. 

Tino, que en verdad se llama Miguel, es de Borrenes, la capital del concejo, y cuando se cansó de navegar, decidió plantar raíces en su tierra y para ello se hizo alcalde su pueblo.

Él gozaba viendo aquel caos de ruinas y castañedos milenarios (merece la pena detenerse ante algunos ejemplares porque parecen sacados de un cuento medieval) y se preguntaba porqué, con lo guapo que era su territorio, a nadie se le había ocurrido promocionarlo turisticamente.

Se puso manos a la obra y en un par de lustros convirtió Las Médulas en Patrimonio de la Humanidad.

Hoy ya están haciendo previsiones para controlar las visitas porque en vacaciones y fines de semana aquello es una romería y ya se sabe que las órdas turísticas son mas peligrosas que la Marabunta, por eso desde este reportaje pedimos a los responsables de la Junta de Castilla y León y a las administraciones municipales (hay tres o cuatro concejos implicados en el pastel) que presten atención al tema antes de que se forme un guirigay como el que tenemos en Los lagos de Covadonga, donde este verano va a haber mas que palabras porque los del Parque Natural no dejan subir todos los coches que acuden, los dueños de los chiringuitos no están dispuestos a dejar de vender ni una botella de sidra, los alcaldes no se ponen de acuerdo en qué solución dar y al final, entre unos y otros, no van a dejar títere con cabeza.

Ahora Tino disfruta cada día del año con sus queridas Médulas porque ha puesto un hotelito de turismo rural en Orellán, corazón de este enclave y pueblín famoso en el mundo entero por la calidad de sus peras, las llamadas «Carujas», que han intentado plantar en otros terruños como Ponferrada, Cacabelos o en la capital del concejo, Borrenes, pero ¡qué va!, ni sombra con las de Orellán.

El hotelín se llama O Palleiro d’o pe d’o Forno (El Pajar al pie del Horno) y es que su bella compañera Isabel, aunque nació en Dijon, Francia, se siente orellana de pura cepa y es ella quién regenta el negocio, como es menester en pareja que se precie de tal.

Como visitarlas 

No se trata de un destino turístico donde ir a pasar unas vacaciones, ni apenas una semana, porque el lugar no da para tanto y está alejado de todo.
Se puede pernoctar en León o en Lugo, pero ambas capitales están a mas de cien kilómetros y tampoco es que sean objetivos estratégicos.
Lo mas razonable es ir directamente allí, al corazón de Las Médulas, a ser posible a casa de Tino, que de paso nos ilustrará sobre todo lo bueno que podamos encontrar, o en caso de estar lleno, también hay en el pueblo de Las Médulas otro centro de turismo rural llamado Mesón Agoga (las agogae eran los canales en los que se lavaban los lodos auríferos mediante un sistema de filtros hechos con ramilletes de brezo a los quedaban adheridas las finísimas laminillas de oro).

En Carucedo y en Ponferrada hay hoteles mas tradicionales, pero carentes por completo de personalidad, por lo que no merece la pena su confort frente al glamour de los rurales.
Por el lago de Carucedo se puede también cruzar a Cacabelos y Villafranca del Bierzo, donde hay un Parador, pero es de los cutres, de los construidos en los sesenta y sin mayor interés.

Ya in situ, antes de visitar la Ruina Montium, les recomiendo que se pasen por el Aula Arqueológica sita en Las Médulas, donde sobre una excelente maqueta comprenderemos con facilidad toda la grandiosidad de la obra que a continuación pisotearemos (si vamos directamente a los montes, aunque llevemos un buen guía como es Tino, es casi imposible asimilar la dinámica hidráulica y los movimientos de tierras llevados a cabo). Una vez situados y orientados (es conveniente llevar brújula para localizar las direcciones del agua). En el Aula nos explicarán la diferencia entre los castros prerromanos (el Castrelín de San Juan de Paluezas y La Corona de Borrenes) y los nuevos asentamientos edificados ya bajo su regulación, poblados que podemos visitar, mas que nada por decir estuvimos allí.
Para ver la Ruina Montium se puede entrar por Las Médulas y subir hasta el Mirador de Orellán, pero es más facil hacerlo en sentido inverso, o sea volver hasta Orellán, subir al mirador, alucinar allí un rato y seguir la pista para terminar en el pueblo de Las Médulas.

Situados en el Mirador, merece la pena entrar en las galerías (están abiertas al público y se puede andar por ellas con bastante seguridad, pero hay que llevar linternas y pilas de recambio para evitar sustos, que ya se han dado bastantes, aunque no haya que lamentar desgracias. Si van con niños, ancianos, minusvalidos o personas con claustrofobia, es mejor dejarlos fuera porque pueden dar un disgusto. Si por el contrario les acompaña su suegra, anímenla a entrar porque hay una balconada ideal para despeñarla sin riesgo al menor rastro del crimen).

Siguiendo el camino, siempre y cuando nos hayamos dejado el carter contra alguna roca, veremos los corrrugi (es un decir, porque como no vayamos con guía, no sabremos distinguir entre estos y los paseos de los jabalíes), o sea, los canales por donde circulaba el agua procedente desde la Sierra de la Cabrera.
Las vistas son grandiosas y se puede apreciar el movimiento orográfico producido por los millones de metros cúbicos de estériles (así se llama a las tierras sin contenido aurífero y por tanto no lavadas). También hay montañas de murias, cantos rodados procedentes del interior de la montaña removida y que se depositaban apilados una vez separados de los lodos ricos en el preciado metal.

Pero con lo que un servidor de ustedes mas disfrutó fue no visitando nada de lo descrito, no estudiando ni un ápice de lo que les he contado, no imaginándome ni por asomo la frenética actividad que se desarrolló en la que fue la mayor explotación minera de todo el imperio romano. Con lo que de verdad gocé fue escuchando el profundo y dulce quejido de la Madre Tierra, los silencios con que los castaños hacían crecer sus hojas, los repentinos alborotos que montaban los pajaros que por allí anidan, porque Las Médulas, no siendo en periódos vacacionales (no creo que a ninguno de ustedes, inteligentes y sensibles lectores, se les ocurra la horterada de ir allí en pleno mes de agosto), es un lugar de paz, es un paisaje que descansa después de dos mil años de convalecencia por los tajos que le hizo el hombre, es una tierra herida que se deja querer por quienes muestran la sensibilidad necesaria para oir sus quejidos y que nos acoge en su seno como madre que es, madre de los apatridas, madre de los que nos consideramos también como parte del Patrimonio de la Humanidad.

Comer, beber y dormir. 

Para ser justos, no es este precisamente un paraíso gastronómico, por mucho que se esfuerce Luis del Olmo en darnos la vara su botillo berciano y su huerta enlatada, pero bueno, también hay cosas con gracia.
El ya citado centro O Palleiro d’o pe d’o Monte es quizás el comedor mas recomendable, con unas jornadas de cocina romana bastante originales de las que quedan recetas a lo largo del resto del año

O Palleiro d’o pe d’o Monte
C/ San Pablo s/n
24443 Orellán - Borrenes
León
Telf 987 695 395 - 649 711 439

En el Mesón Agoga, de Las médulas (está al final del pueblo, Telf. 987 422 844), también se pueden comer cocidos y platos tradicionales aunque el que mejor fama tiene en comidas caseras es el Mesón Las Ventas, en Borrenes (telf. 987 420 550).

El mas fino y donde se come con servicio mas formal es El Legado del Bierzo, en Carracedelo (Telf. 987 684 025), pero ya está en la otra margen del Sil y puestos a salirse de la magia del entorno, pues ya podemos ir a Cacabelos, para conocer el famoso Prada a Tope (Telf. 987 546 101) o El Gato (Telf. 987 547 200), ambos con productos típicos, a Ponferrada donde hay cocina gallega en el Azul Montearenas (Telf. 987 417 012), o incluso a Villafranca del Bierzo, donde las hermanas Méndez siguen haciendo los guisotes que hicieran famosa esta Casa Méndez (Telf. 987 542 408).

Escrito por el (actualizado: 22/06/2014)