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Turismo rural

 
Publicado en el Diario El Comercio, año 2.001.

El pasado mes de Febrero se celebró en Castropol un congreso de turismo rural al que asistimos como ponentes unos cuantos periodistas, asturianos un día y nacionales otro, a quienes, como es lógico y habitual, nadie hizo el menor caso y durante el turno de preguntas del público, tuvimos que escuchar los habituales lloros de los empresarios asistentes así como soportar las increpancias de los mismos por no recibir las subvenciones a que creen tener derecho (los organizadores deberían entregar a la entrada unos manuales de comportamiento donde se indique que nosotros no gestionamos el dinero público ni hacemos las leyes y que simplemente vamos a intentar ayudar en la medida de nuestras posibilidades aquellas iniciativas que nos parezcan mas interesantes).

Pero como de cada vivencia, por desagradable que fuere, hay que sacar provecho y conocimiento, pues eso hice y entre otras cosas averigué la diferencia que hay entre esto que se llama Turismo Rural y esas casas tan bonitas en las que está tan de moda ir a pasar un fin de semana, vestido de pantalones de pana y jersey noruego.
Por ejemplo yo creía que ir al Aultre Naray de Peruyes, una preciosa casa restaurada en una idílica aldea canguesa, donde aún se abonan los praos con cuchu, eso era turismo rural, pero parece ser que no.
Según el presidente de la asociación de periodistas de turismo de Asturias, este invento surge como una forma de complementar económicamente a los gricultores y ganaderos permitiéndoseles dar alojamiento retribuido a los visitantes foráneos para cohabitar con ellos y sus costumbres familiares durante unos días en los que se lograría un enriquecedor intercambio cultural (nunca te acostarás sin saber una cosa mas, claro que también dijo que esta iniciativa era innovadora y yo recuerdo que en los años sesenta en el colegio nos ponían una película, pesadísima por cierto, que se titulaba «Un Jour a la ferme» (un día en la granja), por lo que hace ya al menos cuarenta años que en Francia se hacen este tipo de «innovaciones»).
El conflicto está en que estos agricultores, ahora reconvertidos a empresarios hosteleros, quieren acceder a esa tan manida Q de calidad, pero eso sí, una Q especial para casas de aldea, en la que no se valore ninguno de los parámetros tradicionales de confort y servicios porque, según ellos, lo que quieren todos sus clientes, es esa naturalidad rústica con que son tratados y que en esos maravillosos hotelitos adscritos al Club de Casonas Asturianas, ya se ha perdido porque son demasiado elegantes y sofisticados.
Eso sí, los precios vienen a ser lo mismo
Mira por donde, después de recorrer medio mundo por eso que genéricamente llamamos Relais & Chateaux, acabo de descubrir que el turismo rural no me gusta. Qué verguenza, yo que me consideraba tan rustico y ahora resulta que soy un urbanita.
Sin embargo apenas se trató el asunto de los alquileres clandestinos, salvo fuera del conclave, donde sí se dijo a las claras que por ejemplo en la zona de Barres-Castropol-Figueras, había seis casas funcionando legalmente y al menos otras cuarenta y tres, sin control de ningún tipo (fiscal, sanitario, etcétera). Incluso alguna (creo que el Valín) hasta con folletos publicitarios, lujosamente editados.
Piden leyes y en eso tienen toda la razón, ya que al menos así podrán trasgredirlas o saber contra qué manifestarse, pero también deben recordar los muchos millones que el Principado lleva gastados en ellos en detrimento de la hostelería convencional.

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