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Turismo termal

 
Publicado en el Diario El Comercio, año 2001. 

Bien fuera de refilón, o a cuento de la Gran Escapada, en varias ocasiones hemos tocado el tema de lo que ya se conoce como «Turismo Termal», un carro al que Asturias debería haberse apuntado hace algunos lustros pero que, como es habitual por estas latitudes, politiqueo va, politiqueo viene, al final ni contamos con ferry, ni con balnearios, ni con programas de explotación de recursos, ni con nada que apoye ese turismo de élite en que tendría que basarse nuestra oferta.

Para quienes piensen que se trata de un mundo de dolores y enfermedades, conviene aclarar que hoy día el 80% de los clientes que acuden a estas nuevas instalaciones, son jóvenes ejecutivos, sanos como robles, y que invierten buena parte de sus vacaciones en actividades deportivas o de cuidado físico.
Hay muchas formas de turismo termal, desde instalaciones puramente accesorias, como si fuesen pistas de tenis o piscinas, donde se trabaja con aguas sin propiedades minerales propias (para cursos de out-door, les recomiendo el hotel Galatea, en la playa de Paxariñas, junto a Portonovo, Pontevedra, porque tienen una piscina termal con ambiente japonés que, después de una sesión de trabajo, te deja nuevo), hasta instalaciones puramente terapéuticas, cuyas aguas tienen tradición milenaria, como es el caso de Archena.
Una variante que a mí me encanta es la talasoterapia, tratamientos en los que se usa agua de mar, bien de traída directa, bien reconstituida, atemperada para que los oligoelementos penetren mejor en nuestro organismo con el fin de cumplir las diferentes funciones pretendidas (en realidad talasoterapia solo se puede llamar a aquellos centros que usen directamente agua de mar y se encuentren a menos de un kilómetro de la costa, pero en España aún no hay legislación. De hecho tampoco se pueden llamar balnearios a aquellos hoteles que no dispongan de manantiales mineromedicinales, para eso está el término SPA (Salud Por Agua), donde se aplican hidroterapias con agua del grifo).
En Lekeitio hay un talaso, el Emperatriz Zita, con una piscina capaz de recuperar la peor resaca navideña en una sesión (lo digo porque allí pasé la última nochebuena).
Otra forma muy apetecible es la mezcla de turismo termal con rural.
En la Gran Escapada de agosto, les hablamos de uno de estos hoteles, el Balneario de Valdelateja, en la provincia de Burgos, unas antiguas instalaciones completamente reformadas y enclavadas en unos parajes de indescriptible belleza.
Otra alternativa, de la que mas se suele hablar, son los modernos centros de belleza, hoteles de lujo donde uno va sufrir los mas crueles y refinados sadismos a cambio de espeluznantes cantidades de dinero, mediante los cuales en quince o veinte días se pierden algunos kilitos que casi siempre se recuperan sin el menor problema en la siguiente semana (vean el artículo Perdí cuatro kilos…, y 4.000€. ).
En todos estos centros, tanto balnearios, SPA, talasos, etcétera, se aplican otros tratamientos de relax, belleza, etcétera, mediante aplicaciones de barros, algas, lodos y otras porquerías que, junto a los mas o menos tradicionales masajes, sirven para completar las jornadas y hacernos sentir bastante mejor.
Escrito por el (actualizado: 13/03/2014)