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Viaje al Oeste de Cantabria

 
Publicado en la revista Restauradores, año 1994.
Seguramente habrán leído ustedes artículos ensalzando las maravillas de las playas de Cantabria: Laredo, Castro Urdiales o incluso las de la misma capital Santander: el Sardinero, Somo, etc., no es mala oferta ni mucho menos, incluso yo soy de los que no cambio mi querido mar Cantábrico por la mejor playa mediterranea, pero he de reconocer que los detractores del norte tienen cierta razón cuando dicen que es una lotería ir a pasar un fin de semana y que no se ponga a llover.

Incluso eso tiene remedio porque con llamar por teléfono el día antes, estamos ya sobre aviso (no se fíen nunca del hombre del tiempo, según él siempre llueve en el Cantábrico, incluso en el 91, año en que hubo una sequía tan terrible que el campo quedó seco y hubo se sacrificar muchas vacas porque no había pastos, todos los días anunciaba lluvias, hasta que ya un día, cuando ya tuvo que dar la noticia de alerta porque las ciudades apenas si tenían suministro de agua, entonces, por fin, vaticinó que saldría el sol. Afortunadamente ese día llovió).
Pero como les decía, el mayor problema no está en la climatología, porque la mayoría de nuestros lectores son personas de buen gusto y no buscan en sus días de descanso secarse al sol como bacalaos. Eso ya pasó de moda y además produce cáncer. El mayor problema de estas playas, está en su proximidad a las provincias vascongadas.
La masificación que alcanzaron las playas vizcainas hace ya bastantes décadas hizo que los habitantes de ese monstruo urbano llamado Bilbao buscasen salida y lo primero que encontraron fue Cantabria y los codiciosos ediles de Laredo, Castro Urdiales, Santoña, etc., a cambio de pingües beneficios personales, permitieron destrozar uno de los litorales mas bellos de España.
Ahora son torres de apartamentos, pizzerias e interminables caravanas de coches con matrícula BI, los que han remplazado la antigua calma de aquellas silenciosas dunas en las que de niños solíamos jugar a ser náufragos que llegaban de las Américas en una goleta cargada de oro.
Sin embargo existe otra Cantabria. Un lugar en que al bajarte del coche se puede escuchar el silencio. Un valle en que al contemplar su belleza, poco a poco y casi sin darte cuenta, sientes como toda una sinfonía de sonidos olvidados te envuelve y cuando te quieres dar cuenta, la magia del lugar se ha apoderado de ti y el maravilloso encantamiento de la naturaleza a recobrado su vida. Primero fue Santillana del mar, ahora El Valle de Cabuérniga.
La experiencia turística de Santillana fue un éxito total. Recuperar un pueblo de las fauces del monstruo de la colonización salvaje y ordenar su evolución dentro de una normativa urbanística que respete el medio ambiente y las formas estéticas tradicionales, fue el objetivo.
El resultado ha sido tan formidable que ahora durante las jornadas vacacionales son cientos los autobuses que allí acuden vomitando miles de turistas ávidos de contemplar la plácida vida que respiraban nuestros antepasados. Es el precio del éxito pero hay muchos días al año para poder deambular tranquilamente por sus callejas sin verse engullido por una manada de japoneses o de jubilados murcianos.
Otro lugar maravilloso que conviene evitar en días festivos es Picos. La angosta villa de Potes se ve abordada por vociferantes hordas de excursionistas que, mochila en ristre y transistor a todo volumen, profanan los santos lugares que la madre naturaleza supo defender durante siglos para el esparcimiento de sus hijos y que en tan solo una década ha sucumbido ante el mefistofélico invento del turismo de masas.
Hace tan solo quince años solíamos hacer la ruta del Cares sin ver un solo excursionista, incluso los domingos de Agosto, ahora me han dicho que casi hay que pedir la vez en un "turnomatic" porque la gente ya no cabe en el camino; prefiero no verlo.
Pero entre la monumental Santillana en que los turistas dan patadas a las casas para ver si en verdad son de piedra y los espeluznantes Picos donde casi no se matan apenas excursionistas a pesar de lo que lo que lo deseamos los antiguos montañeros, hay un valle aun por profanar, un lugar donde parece que la administración va a explotar para el turismo de buen gusto, poniendo los medios para que no se popularice o al menos para que los especuladores no puedan destrozar sus encantos, ese es el Real Valle de Cabuerniga.
Se puede llegar desde la meseta por Reinosa, la carretera es muy buena y realmente hermosa. También se puede venir desde Santander por la carretera de Oviedo y al llegar a Cabezón de la sal, se toma la desviación a Reinosa.
Es un verde valle por donde discurre pacíficamente el río Saja, con sus truchas y salmones y en cuyos montes moran gran cantidad de animales salvajes: venados, corzos, jabalies, urogallos, lobos, incluso queda algún oso.
En sus pueblos no hay ningún monumento digno de resaltar porque en realidad el mejor monumento, el mas fascinante, el más puro, el más original, son los pueblos en sí.
Cada fachada ha sido restaurada según los conceptos estéticos de su época, hasta los bancos han de respetar estas normas y no pueden agredir el entorno con sus agresivas identidades corporativas.
Hay varios caminos romanos que recorren todo el valle y por los que se puede pasear disfrutando del rumor del río, de las frescas humbrías de sus hayedos y robledales o de alboroto de los pajarillos que cuando nuestros oidos han rebajado su humbral de percepción alterado por las frenéticas bocinas y sirenas de la gran ciudad y vuelven a percibir los sonidos de la naturaleza, suenan como un auténtico jolgorio.
Se pueden visitar los menhires los Cantos de la Borrica o de la Piedra Hincá que adoraban los cabuérnigos antes de que los romanos invadiesen su valle o subir a los picos mas altos de las Campucas o de Sobrecomillas para desde allí ver todo el valle y hasta el mar, pero lo más agradable quizás sea simplemente revivir la tranquila paz de un pueblo en que por sus calles empedradas solo transitan burros porque el ayuntamiento ha puesto un parking a la entrada de pueblo para que no transiten por el los coches. Este pueblecito se llama Bárcena Mayor y por el no pasa ninguna carretera que vaya a ningún sitio, el que va allí solo va allí.
Y allí solo se va a vivir un día de pueblo. Tomar un vino en la plaza, charlar con Paco mientras saca virutas a un tronco que sus manos convertirán en albarca o ver si algún pescador saca una buena trucha del río que baña la parte baja del pueblo. A la hora de comer tampoco hay ninguna maravilla, todo en su conjunto lo es y como tal hay que comprenderlo. Un cocido montañés, un guiso de venado, un chuletón de ternera tudanca, las tortucas de borona, los quesos de oveja, el arroz con leche, nada fuera de lo normal, en ningún sitio preparan nada formidable, eso es lo más maravilloso, no hay ni que preocuparse de donde comer porque cualquier sitio es bueno y ninguno es imprescindible ser visitado.
Allí todos son nobles, hidalgos, descendientes de aquellos primitivo cahórnicos que poblaban el valle y que supieron defenderlo hasta conseguir el título de Real Valle.
Muchos fueron a América y volvieron para alegrar el valle con un nuevo palacio en que lucir sus blasones heráldicos, no es por tanto de extrañar ver a un paisano calzado con las tradicionales albarcas y llevando del ronzal una rubia del país (me refiero a una vaca), entrar en su caserío con más prestancia que el propio Rey Sol en Versalles, y es que la hidalguía aquí se respira por cada esquina. Incluso en Selores vive un caballero de la Orden de los Chevaliers de Notre Dame, con su escudero y todo, y que por cierto está buscando algún socio para rehabilitar su pueblo (cuando digo su pueblo es porque es de su propiedad) y hacer de el una especie de Relais & Chateau con "Beauty farm" y todo. *
Conviene saber que en un radio de cincuenta kilómetros alrededor hay excursiones tan interesantes como el precioso puerto pesquero de San Vicente de la Barquera donde probar sus pescados inigualables; el desfiladero de la Hermida y los Picos de Europa, uno de los lugares más agrestes y hermosos de toda España; las playas asturianas de Llanes donde no se sabe que es mas hermoso si su arena o la naturaleza que las rodea; las monumentales villas de Santillana del mar y Comillas, con Universidad pontificia y todo; Santander, que a pesar de ser ya una gran urbe, nadie puede negar que es una de las ciudades mas bellas de España; la estación invernal del Alto Campoo, que sin ser los Alpes, pero se puede esquiar; y por supuesto las actividades deportivas de caza y pesca que se pueden practicar con las debidas licencias en el propio valle y en la vecina reserva del Saja.

GUIA DE HOTELES
Hostería de Quijas Quijas Ctra. N 634, entre Torrelavega y Cabezón de la Sal Telf. (942) 82 08 33 Esta hostería está a pocos kilómetros del valle y merece la pena ser visitada por el exquisito cuidado con que han sido rehabilitados tanto el palacio donde se ubica, como las habitaciones que prestan servicio de hotel. Hostal de los Infantes Santillana del mar *** Un fantastico palacio que permite vivenciar la paz de una noche medieval pero con todo el confort de los adelantos de la última década, del último siglo del milenio.
Hostal de Carmona **A pesar de pertenecer a la administración, este pequeño hotel palaciego con apenas media docena de habitaciones tiene el suficiente encanto como para poder acogernos en estos días de relax.
GUIA DE RESTAURANTES
Hostería de Quijas Quijas Ctra. N 634, entre Torrelavega y Cabezón de la Sal Telf. (942) 82 08 33 En el maravilloso marco del palacio donde se ubica el hotel y en un comedor realmente acogedor y bien decorado, podemos degustar la cocina más culta y cuidada de la región.
El Capricho de Gaudí Comillas **** Alta cocina pero poco identificada con la zona. Desde hace algún está en manos de una multinacional japonesa y su trato es demasiado aséptico.
La Torruca Alto de Quijas Telf. (942) 83 84 67 Es un lugar absolutamente informal pero con un patio delicioso en el que se puede comer de picoteo, o tomar un aperitivo, sobre todo hacen unas deliciosas croquetas de queso picón de Tresviso. **
GUIA DE COMPRAS No hay una artesanía realmente importante en la zona y las compras no pasan de ser un sencillo recuerdo por lo que quizás sea pretencioso dar una guia de compras en esta zona. Se pueden comprar quesos artesanos en varios lugares aunque son los mismos que se pueden encontrar en las tiendas especializadas de Madrid, Barcelona o cualquier otra ciudad.

* Hoy ya funciona como hotel (Camino Real) y cuenta con un magnifico restaurante.
** Esta información está obsoleta. En una década la oferta gastronómica cántabra ha cambiado radicalmente y, de hecho, el Palacio de Gaudí, por aquel entonces incluso con una estrella Michelin, es hoy un comedor desfasado, sin ningún interés culinario y que no cuenta con apenas clientela local, ni es recomendado por las guías nacionales.
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