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La última de Peñín

 
10 de Mayo del 2005
 

Parece ser que los problemas empresariales acaecidos durante los últimos años y que, por respeto a su dolor, prefiero silenciar, han trastornado al veterano crítico, llevándole a publicar compulsivamente una retahíla de autoelogios que resultan patéticos, pero es que lo de su último número de Sibaritas, ya me parece intolerable, porque mal está darse coba, pero pisar cabezas para pretender estar más alto, eso no se puede consentir.

Todos los que estamos en el Circo del vino, críticos y criticados, productores y consumidores, editores y lectores, conocemos la obsesión de Peñín por intentar monopolizar para sí la prensa vinícola, pero llegados a este extremo, me veo en la penosa obligación de decirle:
  - Tocayo, t’as pasao.

Todos sabemos que tus actividades comerciales te llevan a menudo a emitir juicios no demasiado honestos, pero arremeter sin compasión ni sentido contra un consejo regulador tan ejemplar como es el de Cigales y pretender desacreditar a los organizadores del acto, que son colegas, compañeros y amigos (al menos hasta ahora), ya es inadmisible (cuatro años después, preparó otra contra Proensa, de agárrate que vienen curvas y que pueden ver en Peñín huele a mercaptano).

La cata fue difícil, porque probar vinos destinados a crianza y reserva, antes de pasar por barrica, es realmente complicado, pero también interesantísimo, inolvidable, ejemplar, la primera vez que se hace una cosa así en España. Una iniciativa a seguir (para saber algo más del asunto, pueden consultar en esta sección el artículo ¡Que Viva Cigales! ).
Por si te falla la memoria, estábamos valorando la añada, no la crianza, por ello, la experiencia fue dura, ciertamente, pero muy enriquecedora.
Quizás tu no dieras una en el clavo, ese es tu problema, recíclate, pero de ahí, a decir barbaridades como: “Si hay algo que identifica los vinos españoles de la última cosecha cuando se catan con sus homónimos extranjeros son los tufos por la adicción de sulfuroso en vendimia”, creo que hay un trecho. Trecho que, por cierto, me temo te va a costar algún que otro disgusto, porque si yo fuese bodeguero, en tu próxima guía y en tu revista, se iban a anunciar los lambruscos italianos, los beaujolais franceses, los vinhos verdes portugueses, los riojanos argentinos o los jug wines californianos, en agradecimiento a tu comentario y para que vayas por esas tierras para saber lo que es azufre de verdad.

Preguntas: “¿Porque no se convoca a la prensa más tarde cuando los vinos estén totalmente terminados y embotellados?” y yo te respondo: ¿acaso no tienes a tu disposición, como el resto de colegas, tantas botellas terminadas como necesites, para realizar su cata privada en fase de mercado?

Desgraciadamente la respuesta es tan obvia que nadie puede comprender tu actitud ..., hasta el párrafo siguiente en que dices: “Dentro de dos meses iremos a catar los mismos vinos para la Guía Peñín. Seguro que serán mejores”.
Pepe, si para venderte tienes que menospreciar el buen trabajo de otros compañeros que hacen las cosas honestamente, o sea, por lo legal, mejor jubílate, que bastante daño has hecho ya a la imagen de nuestra querida profesión.

P.D. La casi totalidad de los críticos integrantes de aquel comité (digo, casi, porque obviamente Peñín no forma parte de este colectivo), me han manifestado su deseo de suscribir este artículo mediante cartas tan cariñosas como la del compañero Andrés Proensa, que a continuación inserto. Pido disculpas por no poder pegarlas todas, pero sí quiero aprovechar para darles las gracias a aquellos que desean empezar ya de una vez a manifestarse a favor de establecer un código deontológico de la profesión, en beneficio de la honradez y del derecho a la información de los lectores. Igualmente se han sumado no pocos bodegueros, aunque rogándome encarecidamente que no divulgue sus nombres por miedo a represalias ¡Ay, Señor!, qué cruz.

Querido Pepe: 

No tengo por menos que quitarme el sombrero y el tupé ante el acierto del comentario que incluyes en tu página web. Ya hace años que venimos sufriendo los malos modos de algunos que no se detienen ante nada con tal de facturar. Y en ese objetivo pasan por encima de cualquier cosa. Ocurre que hasta ahora nuestro querido Peñín no había entrado en esa dinámica, al menos de forma descarada. Sabes lo que arriesgas por tomar iniciativas y dar la cara; hay servidumbres y subordinaciones, obligadas o voluntarias, que no soportan ciertas cosas. Pero es la selva en la que nos toca vivir.

Al margen de otras consideraciones, da toda la impresión de que el dardo de Peñín va dirigido a castigar a quien ha osado llevar a cabo una iniciativa sin contar con la Pi&Erre, empresa que se dedica al noble oficio de informar sobre las novedades que ofrecen sus clientes. A los que, por cierto, no se observa que se critique con la dureza empleada ahora contra la DO Cigales y, antes, hace unos meses, contra los concursos de vinos. Casualmente, el Consejo Regulador de la DO Cigales no es cliente de la agencia y tampoco ha organizado, por el momento, concurso alguno del tipo Vinitali o Bacchus. Lo tiene difícil en este último caso, dado que la UEC lo está haciendo muy bien y sólo se organiza un concurso internacional por país miembro de la OIV.

Es hora de que se vaya haciendo algo para separar las cuestiones. Yo me he manifestado en ese sentido en otras ocasiones, incluso públicamente, pero, claro, no es tarea baladí ya que toca a los bolsillos. Como bien sabes, no es nada fácil sobrevivir en esto del periodismo sin contar con la nómina mensual. Es dura la vida del free-lance (no te lo voy a contar a ti, dado el expediente que tenemos ambos), pero incluso con esa nómina, que suele ser bastante magra, se hace imprescindible contar con un refuerzo, realizando tareas de relaciones públicas, tales como presentaciones de vinos, o de asesoría a bodegas o a entidades.

Algunos hemos conservado el prurito (serlo y parecerlo, como la mujer del César) de no vender nuestros servicios a bodegas que son objeto de crítica en nuestros artículos y nuestras guías. Voluntariamente, hemos limitado el terreno a un campo más angosto, el de las instituciones (comunidades autónomas, consejos reguladores, clubes de vinos, la UEC), que nos ofrecen la posibilidad del alimenticio pluriempleo sin comprometernos en exceso. Esto no es una crítica a los que optan por el camino ancho, salvo si en el precio va el cuerpo y el alma y la mujer del César se convierte en una Mesalina sin que sus lectores se enteren.

El problema es la voracidad y la obsesión por hacer caja al precio que sea. Yo sé algo de eso y tú también. Aquí con demasiada frecuencia se mezcla sin pudor la publicidad y la información, despreciando olímpicamente todo código ético. Encontramos críticos erigidos en juez y parte que tienden a favorecer a sus clientes en dos sentidos a veces simultáneos, por un lado dando cancha a quien paga y por otro silenciando a sus competidores o guardando los dardos, como es el caso, para quienes no son clientes.

Se puede alegar que estamos en lo mismo quienes incluimos inserciones publicitarias en nuestras guías y revistas. Es una polémica tan vieja que ya aburre, pero hay que insistir en que la diferencia fundamental está en separar bien la publicidad de la información y en evitar que las influencias externas, es decir, los clientes, modifiquen los criterios del escritor. El lector no tiene otra forma de defensa que la fe: ha de tener fe en sus críticos favoritos y repudiarlos cuando traicionen esa confianza.

Puedo avanzar una pista: que hagan un somero estudio de los anuncios y calificaciones que se publican en cada guía y se fijen, sobre todo, en los vinos y anuncios que no aparecen en cada guía. O en los que aparecieron alguna vez en una guía y ya no lo hacen, aunque mantengan sus anuncios en otras. Hay que tener en cuenta que la inclusión de etiquetas responde a dos criterios: o se incluyen todas o sólo las que pagan por ello. Lo primero es información, lo segundo es publicidad.

No hay que olvidar que la publicidad es un noble medio de comunicación que se rige por sus propio código deontológico. Pues bien, como estamos ante francotiradores que no son periodistas ni publicistas, se cargan ambos códigos. Mezclan la publicidad y la información, hasta el punto de que existen revistas que preparan paquetes en los que por un módico precio ofrecen a las bodegas la inserción de un número determinado de páginas de publicidad y un reportaje sobre la bodega o sobre un vino, o el reportaje en solitario, o un número determinado de noticias o una foto de la botella en la portada...

En el terreno de la publicidad ocurre otro tanto. Estas agencias no tienen el menor reparo en llevar las cuentas de dos o más firmas que concurren en el mismo segmento del mercado o incluso son competencia directa al actuar en la misma denominación de origen o zona vinícola. Y tampoco son leales a los compañeros: intentan hacer “dumping”, que es algo tan feo como la propia palabreja, recomendando a sus clientes que inserten su publicidad únicamente en las publicaciones (guías, revistas, libros) propias y no en las de la competencia. No es cuestión de capitalizar a los rivales.

Así están las cosas desde hace tiempo, pero tienes razón, se ha pasado una línea hasta ahora medianamente respetada: el trabajo bien hecho de un compañero, que, además, puede llegara molestar a ese stablishmen por aplicar un criterio ético sensato. Tu comentario, hecho con un tino que se destaca más por la perspectiva de no estar encharcado todo el día en nuestro lodos capitalinos, es como una ventana abierta que permite entrar, aunque sea de forma fugaz, algo de aire fresco.

Un fuerte abrazo,

Andrés Proensa 

Escrito por el (actualizado: 08/03/2015)