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Premio Sibaritas

 
Diario El Comercio año 2.000.

Antes de entrar en lo que fue la maratoniana sesión de cata, creo oportuno advertir de que este premio no es uno de esos en los que cada bodega tiene que pagar un canon por participar (y en muchos casos asegurarse alguna medalla de oro o plata), si no que somos los propios críticos seleccionados quienes proponemos cada uno su decena de vinos preferidos, y de esa nube salen los cincuenta mas votados para participar en la gran final de Madrid.

Esto implica que cada finalista es ya en sí un ganador, por lo que, según comentó el amigo Peñín, hubo algún conocido bodeguero que se subió por las paredes al enterarse que su vino no estaría en el ring.
La cata por supuesto es ciega y nadie sabe lo que hay dentro de cada copa servida en el office (ni siquiera salen las botellas ya que por la forma se pueden identificar algunas, sobre todo los cavas y blancos).
En cavas el mejor valorado fue mi favorito, el Jaume de Codorníu, y en blancos el Chivite, aunque lo puse el último porque mis preferidos fueron el Fransola y el Guitián.
A destacar el Castillo de Monjardín, que siendo un novato en el palmarés nacional, no solo fue seleccionado entre los seis mejores de España, si no que quedó segundo en esta final.
En tintos creo que coincimos casi todos, a pesar de que el ganador se presentó como última muestra, pero aún estando cansados y hambrientos, el T 19 (copa Nº19 de tintos), nos puso en alerta y cuando se recogieron las fichas, se oyó una voz que dijo: « ¡Eh, rufianes! ¿A que este último no lo escupís?».
Desgraciadamente se trataba de L’Ermita 97, un vino que cuesta teóricamente 20.000 pesetas en bodega, pero dificilmente se encuentra por menos de 50.000, y ahora encima, con el Premio de la Crítica, pues ya ni les cuento.
Faltó el Pingus porque a pesar de haber sido seleccionado, a la organización le fue imposible conseguir una pareja de botellas en toda España (al parecer no había ni en bodega, o al menos eso dijo Peter Sisseck, a quién este año le va a escocer su arrogancia).
El segundo mejor vino de España fue otro tinto (parece que este año todos decidimos no hacer valoración general si no por grupos, y así los generosos no arrasaron como en la pasada edición), el Grans Muralles de Torres, otro catalán que también anda por las nubes (14.000 pesetas en bodega), y que a pesar de estar la bodega en Penedés, se elabora en Conca de Barberá (a este paso el día menos pensado viene Pepe Hidalgo a Asturias y en un par de años en Ibias hace el mejor blanco del mundo, y en Cangas de Narcea un tinto de espatarrar).
El tercero en el podium fue un Ribera del Duero, El Alión, y hay que apuntar que de esta bodega solo fue seleccionado, además de este, el Valbuena del 95, que quedó el penúltimo (para mí fue el último), no resultando elegido ni un solo Vega Sicilia
¡Como cambian los tiempos!
Como bodega revelación del año se eligió la de Fernando Remirez de Ganuza, y como bodega del siglo (hasta el 2.100 no volveremos a dar este premio), salió Gonzales Byass por su continua linea de calidad y mantenimiento de su marca Tio Pepe.
¡Vaya sesión!


Un año después, este prestigioso certamen se fue al garete porque el Sr. Peñín volvió a hacer una de las suyas y hasta la cabecera Sibaritas anduvo dando tumbos. Fue una pena, porque era uno de los concursos de grandes vinos, con mejor selección y prestigio de España.

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