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Rones agrícolas

 
Publicado en el Diario El Comercio, año 2001.

Esta es otra de esas historias que debería haberse escrito sobre papel español pero, como siempre a causa de nuestros perezosos y miopes gobernantes, tiene heroes con nombre francés, los de aquellos empresarios de Cognac quienes, a causa de la terrible plaga de filoxera que arrasó las viñas de toda Europa, se fueron a las Antillas a buscar un aguardiente que sustituse a las perdidas holandas de vino gabacho.

En aquellas maravillosas islas, donde los españoles perdían día a día colonias por simple negligencia y corrupción política, los bodegueros galos desembarcaron sus toneles vacíos y los llenaron con aguardiente de caña, el ron, y así nació una de las bebidas mas exquisitas que gourmet alguno pueda soñar.

No son rones obtenidos a base de melazas (se llama melaza al residuo que queda después del proceso de extracción del azúcar y con el que, una vez fermentado, se obtiene una pasta de la que por destilación se obtiene el ron común, el que siempre se ha consumido en España, sea cualquiera la marca o procedencia, incluso el cubano), si no de zumo limpio y puro de caña, de ahí que conserve los sabores frescos que esta planta desprede en su estado natural.

A patir de ahí el proceso de envejecimiento es parecido al de los añejos mas tradicionales, salvo por la calidad y mimo con que se maneja ya que se producen cantidades muy limitadas (hasta este año, no solo en Asturias si no en toda España, era practicamente imposible encontrar una de estas botellas).

Se comercializan con el nombre de «Plantation» (lo de ron agrícola es el nombre que se da en cuba a estos destilados que solo se hacían antiguamente para los terratenientes propietarios de las plantaciones y los ingenios) y se específica tanto la añada (lo que mundialmente, salvo en España, se llama vintage), como la fecha de embotellado, o lo que viene a ser lo mismo, el tiempo real que ha sido criado en madera (una vez embotellados los destilados no evolucionan nada, tan solo se pueden arruinar).

Evidentemente el precio tampoco tiene nada que ver, porque las botellas de la foto andan entre las cuatro y seis mil pesetas, pero les aseguro cuando prueben una de estas joyas, coincidirán conmigo en que esos mil duros están mas que justificados y que la relación entre calidad y precio, es mucho mas positiva que cualquiera de aquellos cubanos, donde huele mas a gato que a liebre.

También se podrían envejecer en barricas de Jerez, como hacen algunos prestigiosos whiskys de malta y sin duda la pluralidad de aromas sería aun mayor

¿Se imaginan el negocio que podrían hacer los bodegueros andaluces dando salida a esos miles de barricas que cada día producen menos olorosos y amontillados porque el mercado se les ha ido al garete por hacer el señorito?

¿Se imaginan las fortunas que se podrían ganar haciendo empresas mixtas con la República Dominicana al igual que hicieron hace siglo y medio los destiladores de Cognac con Barbados, Trinidad o Jamaica?

De momento a mí me basta con saber que gracias a Cesar Villar (el importador) y a Ramón Coalla (el distribuidor en Asturias) ya puedo disfrutar de estas maravillas y mientras ande yo caliente, que les den morcilla a los jerezanos.

Por cierto que si no se animan a probar los tres, para mi gusto el mas delicioso es el Barbados de 1986, porque el Jamaica del 83 es demasiado perfumado, mas viejo y menos fresco, mientras que el Trinidad del 91, aunque exquisito, es menos sedoso en el paladar.

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Escrito por el (actualizado: 25/02/2014)