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Vino de la casa

 
Publicado en el diario El Progreso, año 1992.
Hace unos días, durante la celebración del salón del Gourmet en Madrid, me preguntaba un buen amigo mio, propietario de una bodega en la Rioja Alta: "¿Tu que opinas de ofrecer en tu tierra este vino como de la casa y para copas? Está fenomenal de precio y podría competir con los de la tierra. ¿Que vinos usais allí para esto?"

Tuve que morderme la lengua para no empezar a lanzar improperios y le esquivé la pregunta diciendole que algunos restaurantes tenían vinillos de cosecheros particulares de Quiroga, Chantada o Amandi, sin etiqueta ni marca y que si bien desde el punto de vista estrictamente organoléptico dejaban bastante que desear, sin embargo para el consumo diario tenían su gracia y personalidad.

Ahora ya de vuelta a casa no es necesario mentir para hacer patria sino denunciar la realidad para ver de una vez por todas se empiezan a hacer las cosas un poco mejor de lo que se están haciendo. Es inadmisible que la mayoría de los restaurantes de nuestra provincia (sobre todo en la mariña) tengan como vino de la casa esas porquerías que se dan en llamar "vino de mesa" porque la administración no se a atrevido a llamarles "vinos de basura".

Es posible que cumplan las normativas sanitarias vigentes (supervisarlos es competencia de la administración), puede que tengan alguna justificación social (yo creo que antes de ingerir esas inmundicias es mejor beber agua, pero cada cual que haga lo que quiera con su salud), quizás haya quien lo tome y le agrade (hay gente para todo, incluso masoquistas y admiradores del mal gusto) pero lo que si que me parece inadmisible, es que un profesional de la hostelería se rebaje a permitir que semejante bodrio le represente ante sus clientes al ostentar el importante calificativo de "vino de la casa".

No vamos a mencionar ningún nombre en concreto ya que poca diferencia hay entre unos y otros, pero incluso hay comerciantes (me niego a llamarles bodegueros) que además de tener el descaro de poner nombres rimbombantes a tales líquidos (Castillo de tal, Palacio de cual, etc...), se permiten el lujo de reirse del consumidor mostrando en la etiqueta frases engañosas tales como "embotellado especialmente para esta casa", "de sabor agradable para el deleite de su paladar", "fruto de una cuidadosa y esmerada elaboración" o incongruencias tales como decir "añada 90/91" (que yo sepa las uvas se recogen en otoño de un año determinado y no a lo largo varios meses a caballos entre dos años como si de un curso escolar se tratase)

Ya he dicho que es competencia de la administración determinar los niveles de permisividad para el consumo de tales productos pero lo que resulta vejatorio para un profesional de la restauración es servir tal articulo como vino de la casa. Para cualquier restaurador debería ser no solo una obligación sino también un placer, escoger su propio vino de acuerdo con la idiosincrasia de su local y su cocina.

Yo he salido a tomar vinos en Lugo (capital) y he podido disfrutar probando vinillos de poco precio pero muy agradables de las zonas de Quiroga y Chantada, ¿Porque los hosteleros de la mariña no se procuran también estos simpáticos caldos en vez de conformarse con lo más cómodo pero denigrante para su imagen profesional?

Yo he probado en restaurantes de distintas categorías situados en la capital y en zonas del interior, estos vinos de la tierra que a pesar de estar fuera de la ley por no presentarse etiquetados, sin embargo aportan una nota de tipismo y personalidad a la casa. ¿Porqué los clientes de la costa siguen consumiendo sin pestañear en bares y restaurantes esos mejunjes de inimaginables composiciones aún a riesgo de provocar una gastritis?

Yo no quiero erigirme en juez redentor de consumidores pero creo que deber de los taberneros poner fin a este descalabro enológico, verguenza y desprestigio de nuestras gastronomía y hostelería.

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