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Sándwiches de lechuga

Sándwiches de lechuga
 
Sándwiches de lechuga
Sándwiches de lechuga

Junio 2014

INGREDIENTES 

4 hojas de pan de molde extra finas (roll’s)
1 lechuga de huerta
50 grs de mantequilla salada
1 manojo de hojas de menta fresca
½ litro de mahonesa casera

 

Me da cierto apuro empezar el mes de junio con una receta tan simple porque habrá más de uno que me dirá que para este viaje no hacían falta alforjas, sobre todo teniendo en cuenta las referencias que ya había hecho en los trabajos Canapés con mahonesa de lechuga y Arbeyada, pero lo cierto es que hay combinaciones tan afortunadas que, aunque sean simplezas como las Trainerillas de anchoas , me han proporcionado momentos tan inolvidables, que les debo un homenaje. 

Ya conté en Canapés con mahonesa de lechuga mi relación íntima con estos sandwichitos, pero lo hice de pasada y hoy quiero rendirles ese reconocimiento, quizá no compartido por otros comensales, pero que yo llevo en el alma.
La mayor dificultad, o mejor dicho la única, es conseguir rebanadas de pan de molde ultra finas, como las que elaboraban en la confitería Embassy de Madrid. Ellos hacía su propio pan de sándwich, y claro, así cualquiera. Durante años yo hacía peripecias recortando la corteza de las rebanadas convencionales (no había pan de molde sin corteza) y, la gran virguería, partiendo al medio cada una para lograr dos lonchitas finas.
No entro en detalles porque aquello era como usar un microtomo pero a pelo, sin guía, pero hoy ya se venden unas lonchas de pan de molde fino para hacer rolls o wraps (perdonen los anglicismos, pero son una realidad invasiva), y que nos pueden cubrir el expediente.
Por lo demás les apunto que yo preparo este plato cuando hago guisantes para aprovechar la lechuga con que los cuezo, pero hoy les voy a dar la receta hecha ex profeso, por si quieren preparar un elegante té de las cinco. En realidad no sé si es un deseo atávico, o es que a todos los niños nos tientas estos bocaditos, pero yo, a mis 63 años, siglo perdiendo la cabeza por ellos, y eso que no consigo pan fuerte cortado fino.

La receta 

Empezamos por cortar el tronco de la lechuga y luego profundizar aún más con un cuchillo fino para quitar toda la parte dura que podamos, perforando un cono invertido desde donde cortamos.
Desmontamos las hojas que se desprenderán fácilmente, y las lavamos a conciencia porque como digo en INGREDIENTES, es importante conseguir una lechuga de huerta, nada de transgénicas de cultivo hidropónico, que resultan tan correosas como insípidas.
Las ponemos a escurrir (se pueden sacudir, pero tampoco hay que obcecarse).
En una cazuela de fondo antiadherente, embadurnamos con la mantequilla y vamos depositando las hojas (si vemos alguna tiene tallo, o penca, como se dice técnicamente, lo retiramos con un cuchillo).
Repartimos por encima las hojas de menta fresca que previamente habremos lavado, tapamos y llevamos al fuego. Deben hacer despacio para no quemarse, aunque es difícil porque al soltar mucho agua, no llegan a tostarse, a menos que veamos salir vapor y no hagamos caso, claro. Apenas debe sonar la tapa más de una vez por minuto, ese el punto de cocción óptimo para hacerse sin quemar. De todas formas, a los cinco minutos, conviene abrir la tapa y remover todo bien, comprobando de paso si ya está blandita, porque tampoco necesita cocerse mucho más tiempo.
Si tenemos mucho empeño en realzar el color verde, podemos sumergirlas en una cazuela con agua helada (con cubitos de hielo), pero yo creo que es irrelevante y perderemos muchos sabores, entre ellos el de la mantequilla.
Sacamos a un plato y repartimos para que se enfríen lo antes posible. Incluso se pueden abanicar, como hacemos con el arroz gohan (no he hecho mención, pero creo que se entiende que irán mezcladas las hojas de menta con las de lechuga).
Mientras se enfría, preparamos una buena mahonesa casera, preferentemente con aceite de maíz (es más suave de sabor que el de oliva e igual de sano que los refinados) y vinagre de Jerez añejo (perfuma mucho y es más suave).
Picamos a cuchillo las hojas bien menudo, y las mezclamos en un bol con la mahonesa.
El siguiente paso es preparar los sándwiches. Para ello extendemos apaisadamente un hoja de pan de molde extra fino sobre la tabla de trabajo y la embadurnamos con esta mahonesa (no conviene poner demasiada cantidad porque se nos caerá por los bordes al cortar. Cortamos al medio y doblamos una mitad sobre la otra, obteniendo un gran sándwich. Lo giramos para que nos vuelva a quedar apaisado, y lo volvemos a cortar en tres o en cuatro como más nos guste, obteniendo esos bocaditos tan monos que ven las fotos.
Yo me preparo unas cenas solo con esta golosina, pero siguiendo el proceso de corte, también podemos preparar una merienda o té con estos sofisticados sándwiches, por ejemplo, de pollo cocido y picado con mahonesa, de rosbif con mostaza, de jamón de York con el pan bien untado de mantequilla salada, incluso de queso de nata también con mantequilla. Hay más, como los de pepino, rábano, salmón ahumado, etc., pero aquí estamos hablando de este, el menos conocido y más sofisticado.

Un vino para cada pincho 

Como ya he hecho varias referencias al té, y como a mí solo me gusta para desayunar, no voy a repetir que estos bocaditos forman parte de esa costumbre tan inglesa como absurda en nuestro país, porque en estas latitudes, a las cinco de la tarde, las personas de bien nos estamos levantando de la siesta. Sin embargo, a eso de las ocho o las nueve, una copita de cava o champagne entra de maravilla, y ahí nuestros sandwichitos puede resultar soberbios. Yo, si puedo, escojo siempre el Huguet, pero siendo Brut Nature, que cada cual elija su preferido, porque cualquiera hará un buen papel con este pincho.  

Escrito por el (actualizado: 21/08/2017)