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Sopa libanesa de lentejas (Adass-be-Hamod)

Sopa libanesa de lentejas
 
Sopa libanesa de lentejas
Sopa libanesa de lentejas

Noviembre 2014

INGREDIENTES 

1 cebolla
2 zanahorias
3 ramas de apio
3 dientes de ajo
1 patata
1 litro de caldo de pollo
150 grs. de lentejas peladas
1 limón
3 ramas de cilantro fresco
AOVE, comino, orégano, tomillo y pimienta Tellichery.
 

Este es un plato muy común entre los países bañados por el extremo oriental del Mediterráneo, lo que antaño fuera Fenicia y que ahora son países políticamente opuestos entre sí, Líbano, Jordania, Siria, Israel, incluso Turquía, pero unidos por la gastronomía, aunque cambien los nombres, como ya explicamos en las recetas del Tzatziki o las Dolmas.

Hay cientos de sopas de lentejas con hortalizas, todas muy ricas y reconfortantes, porque estas son sopas de invierno, platos para restaurar el cuerpo, porque, aunque la imagen que tenemos por aquí de esos países sea la de tórridos desiertos, en invierno también hace un frío que pela y hay que calentar las tripas, aunque sea con una sopa vegetariana.
Esta es bastante sofisticada porque se prepara con lentejas peladas, lo que hace particularmente fina, aunque no le hemos puesto acelgas porque no había en casa. Según la autora Andrée Maalouf, esposa del escritor libanés Amin Maalouf (Premio Príncipe de Asturias en 2010 y autor entre otras obras de León el Africano), este plato, Adass-be-Hamod, quiere decir literalmente “Lentejas al limón” y sirve tanto de comida de invierno como de verano, porque con estas especias y el cítrico, también se puede comer fría.
Antes de pasar a explicar la receta, he aclarar que esta es una versión libre que preparó mi chica y que estaba deliciosa, pero la herejía de incluir patatas en un guiso antiguo no es pecado suyo si no que es obra de la ya citada escritora culinaria Andrée Maalouf en su libro “Cuisine libanaise d’hier et d’aujourd’hui”, una obra magnífica que les recomiendo que ya ha sido traducida al español.

La receta 

Verán que es una receta extremadamente sencilla de preparar, pero ello no es óbice para que en la mesa se convierta en un gran banquete.
Como la mayoría de los guisotes, empezaremos por hacer un sofrito con la cebolla, zanahoria, apio, ajo y patata. Todas las hortalizas lavadas, peladas y picadas de forma más o menos grosera (en estos países las mujeres no acostumbran a usar tablas de cortar y lo hacen a pulso, en el aire, una tontería que aporta cierta profundidad de sabores).
Cuando el sofrito empiece a coger color, lo bañamos con el caldo e incorporamos las lentejas, subiendo el fuego hasta que rompa de nuevo a hervir, entonces se baja para que siga cociendo a fuego moderado durante una media hora. Es el momento de añadir las especias, todas salvo el cilantro que, como está fresco, debe ponerse al momento de servir para que no se evaporen sus aceites esenciales.
Verán que hablo de lentejas peladas. Obviamente no les voy a pedir que se pongan a pelar estas pequeñas legumbres porque sería como un castigo chino, lo que pasa es que ya se encuentran en España en todas las tiendas de herboristería, o incluso en Mercadona.
Como es lógico hay que probar el guiso para ver si todo está bien cocido, pero es casi seguro, porque estas lentejas, ni necesitan remojo ni apenas cocción, así que se hacen en nada.
Ya está el guiso, pero hay que darle el toque mágico libanés, el zumo del limón y el cilantro fresco picado. Son dos ingredientes que aportan un toque vegetal, cítrico, misterioso y oriental.
Se puede servir tal cual o hecho puré, de ambas formas resulta delicioso. A mí me gusta más así para encontrar los distintos tropezones, pero una alternativa es servirla tal cual, y lo que sobre se pasa por la Turmix para cenar al día siguiente.
Hay una variante muy sabrosa que se prepara en las zonas de montaña donde pasta el ganado y que consiste sencillamente en añadir 1/3 litro de leche al final, cuando ya está lista. Obviamente la enriquece y hace que tenga un sabor más consistente. Como mi chica y yo somos bastante galactófobos, pues no lo hicimos, pero lo apunto.

Un vino para cada plato 

Ya saben que no soy muy partidario de meter vinos en las sopas, pero la verdad es que esta es tan consistente que casi debería considerarse como un guiso, incluso una comida. A pesar de la gran cantidad de especias, estas están todas tan integradas que hasta las personas que las odian (en Asturias hay una verdadera especiefobia), disfrutan de ella sin darse cuenta de lo que están comiendo. Digo esto porque podemos acompañarla de un poderoso reserva de la Ribera del Duero, como el Secreto, que no solo no perdió ni un matiz de su crianza, si no que pareció reconfortarse él también con este pedazo de sopa.

 

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