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Pulguines (castañas cocidas)

Pulguina (castaña cocida)
 
Pulguina (castaña cocida)
Pulguina (castaña cocida)Pulguina (castaña cocida)

Noviembre 2014

INGREDIENTES 

1 Kg de castañas frescas
12 anises estrellados
sal
 

  En otoño Asturias huele a sidra del duernu (mosto) y a amagüestus (magosto, castañas asadas), dos golosinas que quién las prueba ya no nunca olvida, pero antaño, sobre todo en las largas tardes y noches de lluvia, como solían comerse las castañas era cocidas en agua salada con anises, y acompañadas de un gran tazón de leche caliente. 

Así los niños iban a la cama como cebones y dormían como ositos, no como sucede hoy que tienen que tomar pastillas de valeriana porque, habiendo cenado chopped a la plancha, los pobres viven un Halloween cada noche, incluso un Poltergeist, porque esas porquerías deben provocar las pesadillas más gore que guionista alguno pueda cavilar.
Alguno de ustedes pensará “Qué bestias son estos asturianos, menudos cuescos soltarán a media noche”, y no, porque los anises estrellados hacen que las castañas se digieran perfectamente y eliminan completamente las flatulencias. Un servidor, sufridor de meteorismo congénito, se apretó anoche medio kilo y no tuve el menor dolor, ni siquiera un gas, asombroso, porque si me hubiera comido una docena de castañas asadas, seguro que lo hubiera pasado mal.
Además están exquisitas porque cogen la sal y el aroma anisado, de modo que se convierten en auténticas golosinas.

La receta 

La receta es una tontería, pero la preparación se las trae, porque pelar las castañas es un latazo.
Mi chica me contaba que cuando eran niña (mimada como ella sola), le decía a su madre “Mami, quiero pulguines”, y la madre le respondía “Pues hala, coge un cuchillo y ponte a pelarles” (en asturiano decimos castañes, fabes, coses...).
Así que manos a la obra. Con una puntilla pequeña es más fácil, pero claro, hay que ir una a una. Si se reúnen dos o tres miembros de la familia, como sucedía antaño, se hace muy entretenido porque se puede parlotear de mil intranscendencias, como cuando se esbillan los arvejos. Esto es lo más latoso.
Ponemos una olla grande con abundante agua, un buen puñado de sal y los anises estrellados. También se pueden cocer con hinojo, que hace las mismas funciones digestivas, aromatizantes y antiflatulentas, pero bueno, anoche nosotros las cocimos con anises estrellados.
Se lleva la olla al fuego y se meten las castañas peladas (por si no ha quedado claro, solo se pelan de la cáscara dura, no del pellejito pegado a la fruta, eso viene luego). Cuando el agua rompe a hervir, se cuenta un cuarto de hora y ya están listas, bueno, la primera fase.
Se escurren bien y se extienden en la bandeja del horno, que estará precalentado, aunque al meter las castañas, lo pondremos en el modo grill. ¿Otro asado? No, con este golpe de calor seco lo que hacemos es deshodratar esa piel de que hablamos antes para que se pueda retirar con facilidad, porque cuando están solo cocidas, es una tarea de chinos. Si lo hacemos bien, esa piel se convertirá en una cascarilla que saltará sola, como sucede con las castañas asadas.
Lo más entretenido en ponerlas tal cual en la mesa y cada uno va pelando y comiendo. ¿Que se enfrían y la piel vuelve a ponerse correosa? Pues se les da otro golpe de horno y listo. Incluso al día siguiente, si han sobrado, se pueden volver a calentar y estarán tan deliciosas como la víspera. Esto son “les pulguines”.

Un vino para cada pincho 

Lo tradicional, como ya he apuntado, es comerlas para merendar con un tazón de leche caliente, pero para quienes no somos partidarios del blanco elemento, con sidra del duernu son una delicia, aunque claro, para eso hay que estar en Asturias y aún, porque no suele durar más que unas semanas (en realidad no es sidra sino un mosto a medio fermentar).
He hablado de “les pulguines” como merienda o golosina, pero no olvidemos su papel como guarnición, porque un guiso de caza acompañado de estas castañas es un verdadero manjar. En este caso será el plato principal quién marque qué vino ha de acompañar el plato. Yo las comí ayer con un vino de Oporto, un LBV, y fue una gozada.
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