Restaurante sidrería El Molín de la Pedrera

Emilio es un adelantado de este tipo de hostelería, porque, a pesar de estar en un Cangas de Onís, fuera de los círculos sidreros, o quizás por eso mismo (sabía que si montaba una sidrería al uso no se iba a comer un colín), se jugó el todo montando un precioso localín, algo inusual hace diez años.

Cuando en Asturias la palabra sidrería implicaba tubos de neón, televisión a todo trapo, más mugre de la deseable y una peor que rara oferta en cosas que picar, Emilio montó su chigre de lo más coqueto, con auténtico diseño y con una carta de pijadinas que muchos restaurantes de Oviedo vinieron a este valle a copiar platos y canapés, como unos tortos de maíz con langostinos que ya son plato inamovible de la casa.

Hace cocina, cocina, o sea que se puede ir a comer formalmente: fabada, carnes, pescados, etc., sin embargo donde se disfruta al máximo de su imaginación es probando un poco de aquí o otro poco de allá, como sus boronchus fritos (tipo de morcilla con maíz) o sus crujientes d e Cabrales.

Mantiene una buena selección de sidra, aunque sin complicarse la vida, porque tiene un acuerdo con Foncueva y El Gobernador y, por la cuenta que les trae a ambos, suelen buscarle buenos palos.

Es importante reseñar que, sin llegar al nivel de otros restaurantes de la zona como Los Arcos, La Palmera, o El Cenador de los Canónigos, en esta sidrería hay bastante buen vino, virtud que brilla por su ausencia en la mayoría de sus colegas.

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