Restaurante Zabala

Una de las mayores injusticias que cometimos en la anterior edición fue dejarnos esta casa en el tintero, porque Casa Zabala no sólo es uno de los grandes de Asturias, si no que, además, algunos de sus platos configuraron el actual perfil de la cocina asturiana.

A principios del siglo pasado, un marinero guipuzcoano llamado Antonio Zabala, de tanto ir y venir cargando carbón, se enamoró de una asturiana y decició echar raices aquí.
Para ello compró una casita en Cimadevilla y montó lo que, durante años, fuera hogar de marinos vascos, con cama y comida de la tierra, entre otras cosas, la ventrisca de bonito y el besugo a la espalda, platos que poco a poco fueron calando entre los gijoneses hasta llegar a ser considerados como dos de las áas arraigadas y personales recetas de la cocina tradicional asturiana.
Lo que durante décadas fuera un oscuro chigrón, hoy es un lujoso comedor y el biznieto de aquel marinero que apenas sabía chapurrear castellano, es hoy un elegante director y cocinero que prepara golosinas como la que vemos en la foto.
Sus especialidades son siempre los pescados, no en vano está en Cimadevilla y la ventrisca y el bonito a la espalda se mantienen fieles a su tradición, pero la nueva cocina atrae más a los jóvenes restauradores y así sus entradas son ya totalmente de autor.
Mientras mantenga los grandes pescados, pues vale.
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