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Cirsion 2004

 
Bodegas Roda
Uvas 100% tempranillo
Elaborado en tinas de roble frances y 8 meses de crianza en barricas de la misma madera
Sin filtrar

Para quienes conocen mi trayectoria crítica, ver esta botella les sonará a herejía, porque siempre he dicho que para recomendar vinos de a 150€ no hay que ser ningún lince, la verdadera labor de un crítico, su justificación social, es precisamente trabajar catando mil vinos para poder recomendar esos diez o doce espectaculares que se pueden comprar a precio razonable.

Eso, y porqué no decirlo, también tener arrestos para descalificar a muchos de esos falsos mitos que han tomado el pelo a tantos consumidores y a quienes nadie osa tocar por temor a represalias. Y de eso, algo sé (los que no sepan de qué va la vaina, pinchen aquí).
Pero también me habrán leído que, los que no podemos quemar billetes Ben Laden como si fuese palillos, una vez al año sí merece la pena que fundamos unos ahorrillos para gozar con una de esas pocas joyas que realmente justifican su precio, y siempre pongo por ejemplo el Cirsion.

No es un vino de pago (bueno de pago sí, porque en las tiendas está bajo llave, pero me refiero de finca, clos, majuelo o como se quiera llamar), sino que las uvas que lo producen proceden de varias parcelas, 17 en total (situadas en la zona extrema de altitud) y solo tienen en común su punto de maduración, que no es extrema, de hecho se recolectan antes de la vendimia, sino que han desarrollado una polimerización de sus taninos y antocianos en viña, lo que les confiere un poder sápido y aromático desconocido hasta la fecha, que posteriormente se ve arropado y enmarcado por unas maderas tostaditas que lo convierte en el colmo de las golosinas.

Durante la cena en bodega tuve ocasión de probarlo con diferentes platos, y una vez más me ratifico en que estos vinos deben paladearse solos. Es más, no solo no le encontré ningún buen compañero de viaje, sino que hasta me resultó cargante, excesivamente pesado, como si a una deliciosa cabeza de langosta le pusiéramos una salsa de erizos, romperíamos todo el encanto y despilfarraríamos la mitad de sus virtudes.

Siempre lo he tomado a palo seco, como el buen caviar o el buen jamón, y así pienso seguir haciéndolo, sobre todo después de haber contrastado el derroche que supone hacerlo con comida.

Realmente es un vino difícil de describir porque son tantos los matices y tan bien integrados, que haría falta casi un libro para reseñar todos esos aromas y sabores de frutas negras, frescas y a la vez maduras, golosonas a la vez que ácidas, ampulosas pero elegantes, divertidas pero serias, vamos, como aquellas amantes que describía Enrique Jardiel Poncela en sus novelas, capaces de arruinar a un millonario con apenas mostrar el tobillo.

Si compartimos una botella con un par de amigos, al cabo de unos meses cada uno de ellos deberá corresponder y así, por 150€, nos habremos soplado tres homenajes antológicos (cuidado con los gorrones y advenedizos)

Ya me he expresado al respecto, pero es que incluso con un buen queso manchego curado, santo remedio para ensalzar el mejor vino imaginable, con esta golosina apenas si hace otra cosa que empastar la boca. Si no lo queremos tomar después de la comida, ni estar con el estómago vació, se pueden picar unos colines, picos, grisines, o cualquiera de esos tipos de pan crujiente que tanto abundan, eso sí, sin aromatizantes de ajo, queso, barbacoa, cebolla ni monsergas ¡No jodan! A ver si va a ser peor el remedio que la enfermedad.

 

Escrito por el (actualizado: 13/01/2016)