Patatas a lo pobre
Mi madre, q.e.p.d., odiaba las patatas fritas, pero mi tata, Trini, que era sevillana, a veces, cuando mi madre se iba a trabajar a su restaurante para las cenas, nos preparaba una bandeja de patatas a lo pobre que eran mi pasión.
Ella solo ponía patatas, ajos, AOVE y unas gotas de vinagre, pero yo, cuando empecé a volar por libre, me las preparaba más adornadas, con cebolla y pimiento verde fritos, panceta o jamón pasado por la plancha, huevos revueltos o escalfados, especias, etc., pero si soy sincero, creo que nunca llegué a preparar unas tan ricas como las de mi tata.
Hace algunos años, cuando me vine a vivir a Asturias, me las hacía no solo para mí, si no para algunos amiguetes que frecuentaban mi casa de Castropol. Un día, otro amigo que vivía en Nava, me dijo “Vamos a cenar una sartén del “probe”, verás qué rica está”, y fuimos a un chigre de la zona a probar el famoso plato que, según me dijeron estaba haciendo furor en Oviedo. Cuando lo vi, dije “Pero si son mis patatas a lo pobre”, y algunos de los comensales, intentó hacerme comulgar con ruedas de molino, porque, según él, la había inventado un conocido suyo de Noreña y no sé qué bobadas más.
Otra más al esportón, como la Caldereta ribereña, cuyo génesis cuento en el enlace citado.
Elaboración
Pelamos las patatas y las cortamos en rodajas de ½ cm de grosor, se dejan reposar en agua mientras hacemos el sofrito.
Cortamos la panceta en tiritas y la pasamos por la sartén no muy caliente para que funda la grasita sin quemarse.
Cuando vaya estando crujiente, añadimos el pimiento troceado, los ajos glolpeados y sin piel y la cebolla en medios aros.
Se remueve todo y se deja sofreír hasta que empiece a dorar la cebolla. Debe hacerse a fuego fuerte para que tueste todo sin confitarse.
Retiramos a un plato y ponemos las patatas en la misma sartén y con ese aceite. Tapamos la sartén y dejamos pochar hasta que estén blanditas, a ser posible algunas doraditas. Si vemos que se tuestan demasiado sin estar blandas, se pueden regar con un chorrito de vinagre y otro de vino blanco, así se cuecen sin quemarse.
Les damos la vuelta y freímos ya sin tapa, para que se doren un poco.
Añadimos el sofrito anterior, mezclamos, salpicamos con vinagre, rehogamos un poco más y listo. Como a mí no me gusta el vinagre, yo le pongo vinagre de Sake, que es más ligero y perfumado.
Si en el proceso se rompen las patatas, no pasa nada, es igual.
Se pueden comer como una tapa entre unos amigos, pero también como guarnición de platos de carne y pescado.
Maridaje
Si las usamos como guarnición, hay que tomar en cuenta el protagonista, pero si se toman solas, lo más rico es una buena cerveza tostada.
Para ser más finos, está muy bien un cava o incluso un buen spumanti, pero los incondicionales del tinto, están de enhorabuena, porque un vinillo tinto de Valdepeñas bien fresquito, incluso con gaseosa, pues de miedo. Y una buena sangría, claro, así que, para abreviar, todo le va bien a esta golosina.