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Historias de los Mariscos

Cigalas cocidas al vapor de algas
 
Cigalas cocidas al vapor de algas

Octubre 2014
 

Me gusta el marisco, me encanta, me fascina, esos complejos y a la vez sutiles sabores a mares embravecidos, a fondos de algas, a cuevas misteriosas, a peñas azotadas por millones de olas que pretenden arrebatar los percebes y mejillones que allí moran y solo consiguen hacerlos más fuertes y sabrosos.

Plácidas y a la vez voluptuosas ostras, pequeños camarones  que elevan la categoría de una mesa hasta las nubes, obstinados percebes  que pueden romper las uñas y la paciencia de quién no esté entrenado a su consumo, y por supuesto las humildes nécoras, que en Asturias llamamos andaricas por como lo que corren y con las que hace años preparé uno de mis mejores platos: La Zarzuela de nécoras.
Este es mi marisco, el del Cantábrico, el de las rías gallegas, el de Huelva, incluso el del Mediterráneo, porque los asturianos somos muy dados a despreciar todo lo que no venga de nuestra mar, pero las costas levantinas ofrecen manjares sublimes, como sus gambas rojas, sus cigalas, langostas, langostinos y hasta mariscos desconocidos en nuestras mesas, como los dátiles de mar, o las divinas espardeñas, que algunos llaman cohombros o pepino de mar.
Pero hay otro marisco, ese que nos llega congelado de lejanos y desconocidos mares, en la China, en el Pacífico, en la Antártida o en cualquier punto del planeta donde se puedan esquilmar impunemente las aguas.
Son productos manufacturados mediante métodos no revelados y que puede llegar a convertir una sabrosa sepia en algo parecido a un neumático recauchutado, eso sí, muy limpito y con una magnífica presencia para incitar a su compra a esa señora que ni mira la procedencia, solo el aspecto y el precio, claro, que es el principal reclamo.
Se han amasado fortunas descomunales en este mercado, desde mayoristas que importan miles de toneladas de los lugares más insospechados, hasta traficantes de comida que saben como engañar a los listillos publicitando mariscadas descomunales a precios de menú del día.
Ese no es mi marisco, eso es solo ácido úrico envuelto en una coraza con la que pincharte los dedos y hasta contraer una gastroenteritis que puede acabar en urgencias.
Yo tuve que ir un par de veces a esos sitios para hacer un reportaje y salí espeluznado. Hay que ser memo, pagar dinero, aunque sea poco, por pincharte los dedos y arriesgarte a coger una cagalera miserere, con lo ricas que están unas simples patatas con chorizo.
En esta sección no les vamos a hablar de esas inmundicias, bueno sí, para denunciarlas, pero sobre todo vamos a contarles historias bonitas, como la de esos humildes cangrejos que pasean por los fondos marinos la cruz de Santiago a la espalda, o anécdotas como que el famoso pulpo a feira gallego en realidad es de origen leonés, maragato, para más señas.

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Escrito por el (actualizado: 24/01/2015)