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Comer en Barajas

 
19/09/05

Hacía muchos años que no me reía tanto en un comedero, por eso les cuento lo que me sucedió en el llamado “Restaurante a la carta” de la Terminal internacional del aeropuerto de Barajas, principal puerta y fachada de España ante el resto del mundo.

Mi idea era cumplir con mi ritual de transito en Madrid: Metro a Mar de Cristal, trasbordo a línea 4 hasta Alonso Martínez, unos cuantos dobles de dorada, plato gambas y patatas fritas en la Cervecería Santa Bárbara (las más caras del mundo, pero insuperables) y vuelta para empalmar con el siguiente vuelo.

Pero a mi santa le entraron los nervios y decidimos perder esa dos horas comiendo en el aeropuerto.
Nos indicaron que el “Restaurante a la carta” estaba junto a la sala VIP y, al fondo de un pasillo de servicio, en una puerta contra incendios y sujeto con cinta aislante, vimos un cartel arrugado que decía “Restaurante a la carta”.

Imaginé que habíamos equivocado la dirección y estábamos accediendo por alguno de esos pasadizos secretos que tienen estas macro instalaciones, porque otra cosa no, pero las salas VIP tienen una recepción realmente elegante.
La presencia de un guardia de seguridad sentado en una mesa de ministerio, confirmó mis sospechas, pero al entrar, comprobamos que ¡era la entrada principal! mejor dicho, la única.
Una inmensa sala diáfana, amueblada con mobiliario de hospital, nos ponía sobre aviso de lo que se avecinaba.
Al fondo, un pequeño grupo de sub saharianos, ponía la única nota de color con sus espectaculares túnicas, o como se llamen esas vestimentas.

Al acercarnos al espacio habitado, el maître nos preguntó si teníamos vales de Iberia y al responderle negativamente, se deshizo en reverencias y nos condujo al otro lado de un buffet decorado con botellas variopintas. Estábamos en la zona VIP del comedor VIP.

Un inmenso ventanal daba vistas a la zona de aparcamientos, creo, porque en realidad solo se veían las torres del aire acondicionado del edificio (véase la foto), por lo que decidí sentarme de espaldas al paisaje. Al ver la pared desnuda de enfrente, me entró gran tristeza porque era como la sala de espera del centro de salud de mi pueblo. Cambié otra vez de silla y entonces me encontré con un cuadro de publicidad de Osborne, de modo que decidí volver a mi postura original frente a las toberas de ventilación.

Un grito me despertó de las tribulaciones “¡Chico! Mira a ver que quieren los negros esos, que llevan media hora con el brazo levantao”.
María estalló en una carcajada, yo también y el inquilino de la mesa contigua, que resultó ser Felipe Díaz de Bustamante, un viejo amigo al que hacía mas de veinte años que no veía, tampoco pudo contener el ataque. Afortunadamente no había nadie más que entendiese nuestro idioma, porque la frase podía haber creado un conflicto, pero a partir de ahí todo fueron risas.

Tiré de video porque aquello era un híbrido entre Berlanga y Buñuel, como el Perro Andaluz, pero reacondicionado por Almodovar.

La carta era como un salto en el tiempo a los restaurantes de carretera de los años sesenta, de modo que me hizo mucha ilusión pedir un cocktail de gambas, plato que ha pasado de ser una horterada de los años setenta, a un recuerdo casi nostálgico en el siglo XXI, como un cuplé de Celia Gámez. No puedo decirles como estaba porque no me lo sirvieron. El pobre maître se disculpó: “Lo siento señor, ej que me se pasó, ya sabe usted, los años no perdonan y uno pierde reflejos, pero si quiere se lo traigo”, a lo que cordialmente le respondí negativamente ya que no suelo tomar postre, y menos de gambas.

De segundo, convertido forzosamente en primero, me sirvieron un escalope Holstein, otra reliquia gastronómica que el restaurante Edelweis bordaba cuando mis padres cortejaban, allá por la posguerra. Desgraciadamente no fue este el caso. Pero si mi escalope estaba inconcebiblemente duro, a pesar del rebozado, la brocheta de solomillo de mi pobre esposa, se puede considerar que estaba blindada. Todos los platos (comprobé los de las otras mesas), se servían con guarnición de patatas y lombarda, que si hubiese estado comestible, al menos nos hubiese salvado el hambre y evitado comer el pan y la mantequilla, pero tampoco era ese el caso.

Comentaba al principio que me divertí de lo lindo porque nos tomamos la escena a guasa, estábamos iniciando las vacaciones y teníamos el día optimista, pero si analizamos el asunto en serio, realmente habría que pedir alguna cabeza, porque, además de la coña descrita, hay que reseñar que el rancho que nos sirvieron, se cobra a 19,65€ el escalope, los huevos fritos a 12€, el solomillo a 22,90€ (¡que son 3.700 pelas!) y el salmón a la plancha a 15,90€ ¡tres veces el precio de un kilo! como si fuese el Campanu del Sella.

La carta de vinos no llegaba a altura de las de un área de servicio para camioneros de la Ruta de los portugueses, eso sí, el Riscal blanco (en tienda cuesta sobre cinco euros y en los economatos de hostelería hay ofertas a menos de cuatro) ¡a 20,45€!, más caro que en Arzak, Jockey, Zalacaín, El Bulli o Paradores, que tienen las cartas de vinos más cargadas de España.

Y este despotorro era en la zona VIP, así que imagínense como tratarían a aquellos pobres desgraciados que estaban al otro lado del buffet y que sin duda serían turistas de primera clase a quién Iberia había indemnizado con esa comida en el “Restaurante a la carta”, por algún desproporcionado retraso, overbooking, o cualquier otra negligencia habitual de esa compañía.

No sé quién estará detrás de las siglas R.A.E.S.A. (me imagino que será algo así como Restaurantes de Aeropuertos de España Sociedad Anónima, aunque en Internet aparecen como una empresa de riegos agrícolas), pero desde luego que la imagen que ofrecen de España, afortunadamente, ya no existe desde Bienvenido Mister Marshall, de modo que los responsables de esas concesiones, además de cobrar suculentas comisiones (es de suponer, porque de otro modo no se concibe semejante despropósito) deberían revisar los servicios prestados, porque el espectáculo es demasiado bochornoso.

Si le interesa leer más sobre este tema, pínche en el icono Buscador (ángulo superior derecho de su pantalla) y escriba la palabra objeto de estudio. También le recomendamos consultar el enlace a Escuelas de hostelería.

 

Escrito por el (actualizado: 25/01/2014)