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Hielo, pero limpio

 
Diario El Comercio año 2.000. Las fotos han sido cambiadas en julio 2009 (Canon EOS 5D MarkII, objetivo Canon 100 Ultrasónico)

Debe ser cosa de los meteoritos esos que caen del cielo (nadie sabe de donde, pero caer, caen), pero al parecer existía una gran sensibilidad entre nuestros lectores por el frío elemento, y hasta ha habido algunos que han pedido terribles penas para aquellos taberneros que descuiden la higiene de sus cubitos.

En una de estas cartas se denunciaba a un establecimiento (no diré cual porque desgraciadamente no es el único) en que el camarero había metido en la máquina unas botellas de albariño (sin lavar, claro), para que se enfriasen rápidamente.Hielo

Como es lógico el muchacho no tuvo en cuenta de que dichos envases habían estado previamente en una caja de cartón, rodando por la bodega, posadas en el suelo, etcétera, y que todas porquerías que se suelen pegar en la base (prefiero no entrar en detalles escatológicos), se repartirían por los cubitos que a continuación irían a parar al vaso de vermú del cliente.
Hombre, para pedir cien azotes no es, porque la verdad nadie se ha muerto por ingerir esos depósitos, pero desde luego que una gochada sí que es, y de hecho, en Estados Unidos, un inspector sanitario puede cerrar sin pestañear un local donde vea que se meten a enfriar cosas en la máquina de los cubitos.

Y quizás ahí esté parte del problema, porque en España, donde a los trabajadores de hostelería se les exige pasar un riguroso examen para obtener el correspondiente carné de manipulador, y un inspector puede abrasar al empresario que tenga a algún empleado sin dicho pasaporte, en ninguna de las asignaturas se habla del hielo.

Vaya fallo.

Pero hay mas.

En los chequeos que hacen las empresas de A.R.C.P.C. (Análisis de Riesgos y Control de Puntos Críticos), no se toman muestras del hielo (sí del agua del grifo), y eso ya es muy grave. Claro que para lo que sirven estas denuncias, pues tampoco merece la pena complicarse la vida.

Y si hago tan catastrófica afirmación es porqué, hablando de este asunto con un querido amigo y gran profesional de la hostelería asturiana (evito su nombre para no meterle en líos), me comentó que cada vez que le llega el informe del A.R.C.P.C. indicando que el agua del grifo no es potable (cada mes), él lo lleva a su Ayuntamiento (tiene los números de registro de cada entrega), y, ya ha pasado no sé cuanto tiempo, y nadie ha tomado medida alguna.

Mal va este país amigo Sancho, que diría Don Quijote, donde a un honesto empresario le pueden cerrar el quiosco porque la puerta contra incendios mide un centímetro menos de lo legislado, mientras el propio legislador, puede envenenarnos impunemente y hasta con alevosía y conocimiento.

De lo que no se sabe todavía nada es de los hielos que caen del cielo ¿Podremos echárselos al whisky, o se nos pondrá el pelo verde si los tomamos?

A mí me haría ilusión probarlos, porque cuando se pusieron de moda aquellos cubitos que traían del Polo Norte, pues me quedé con las ganas, y ahora me gustaría catar un cubata con basura cósmica.

Me imagino que sabrán igual de mal que los que solemos consumir por aquí cada día, pero me parece como mas sofisticado ponerse malito por haber ingerido pis de alienígena, que morirse de una diarrea feroz por tragar colibacilos de aguas fecales.

  Este trabajo forma parte de una trilogía de artículos que pueden leer pinchando en: Hielo, on the rocks y El limoncito del cubata

Escrito por el (actualizado: 01/10/2013)